a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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lunes, 25 de agosto de 2014

Vida nueva

 
El libro del Tao comienza de la siguiente manera:
"El Tao que se exprese con palabras, no es el verdadero Tao". Lao Tse.
El Tao, además de ser el absoluto filosófico, la palabra propiamente significa algo así como "camino".

Tal como ocurre con el Tao, ocurre con el Amor: sólo se empieza a conocer cuando se abandona el falso yo y se empieza a recorrer el Camino de la restauración del Corazón (amarse a sí mismo, a la Naturaleza, a los demás y a todo lo demás). Es cuando uno conoce el amor y se da cuenta de que es inexpresable.

Todas las personas tenemos un fondo de buen corazón (indicio de el yo interior) y conocemos en cierta medida lo que es amar y ser amados aunque nunca nos hayamos parado a pensar en ello por lo natural que es.

Al iniciar el Camino contemplativo, experimentamos en un grado mayor el Amor, aunque no sea algo sensible o no seamos conscientes. En esas ocasiones, estaríamos en la "noche oscura" de la que ya se habló y sería bueno volverlo a leer.

Cuando el yo contemplante se desentiende del yo falso y se dirige a la unión plena con el Corazón o yo verdadero, todo parece que toma vida propia: el yo falso sigue a lo suyo y ahora intenta engañarnos y seducirnos como nunca; quizás nuestro cuerpo gane en sensibilidad y parezca que también vaya a su bola, hasta que comprendamos y crezca la consciencia acerca de ello; vamos ganando terreno al subconsciente y por nuestro consciente van pasando pensamientos y recuerdos de toda la vida en un orden que se nos antoja aleatorio.

Parece que cada vez tenemos menos control de nuestro interior (y debe ser así). Todo lo que ocurra en nuestro interior nos va indicando el Camino que no conocemos, que no está trazado, y nos va preparando para el momento de la Boda. Como dijo Sta. Teresa de Ávila:
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
Por haber estado viviendo con el yo falso, tenemos una concepción estática de la Realidad más o menos arraigada. Queremos que las cosas sigan igual: es más cómodo conformarse para que las cosas no vayan a peor; e, incluso, impedimos nuestra mejora y un cambio a mejor de los demás. Y junto con esto, lo que no nos gusta del pasado y del presente lo vamos reprimiendo en el subconsciente (a riesgo de que nos traicione).

Ahora que iniciamos el Camino todo se vuelve dinámico. Por lo que hay que dejarse querer, volver a ser como niños, ganar en intuición o darle más valor. Hasta nuestra consciencia irá creciendo a su aire y nuestras acciones interiores estarán inspiradas pareciendo que salen solas.

Nos situamos bajo los efectos del Espíritu del Camino, del de la Naturaleza, del Espíritu Santo, bajo los efectos de nuestro espíritu vivo.

Con el falso yo, nuestro espíritu está como muerto o aletargado, distanciado de nosotros por el abismo que media entre el yo falso y el yo verdadero.

Nos veremos especialmente bendecidos. Pero es una ganancia que tomaremos por nada, es decir, nuestra consciencia se despreocupará de ello. Recordemos lo que decía s. Juan de la Cruz:
Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.

Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.

Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.


En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.
Aún dándose la Boda, nada. Todo en virtud de la Gracia, todo gracias a la Naturaleza misma. Otorgarse alguna medalla supone separarse del Camino, dar pasos atrás: "cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo".

Muchas veces no seremos conscientes de nuestros avances. Cuando damos pasos atrás y perdemos parte de lo "conseguido", veremos nuestra pérdida que se nos antojará como irreparable. Siempre volver a empezar, siempre aprendiendo y reaprendiendo.

Un pequeño avance puede ser un mucho. Un gran avance puede ser un poco. Vislumbrar el final como cercano puede ser mucho y viceversa: "has de dejarte del todo en todo".

El tiempo interior es indeterminado: puede ser un mes o quince años. El que haga falta, da igual.

Siempre con la actitud de gratitud. Siempre con el diálogo amoroso con Dios, con la Naturaleza, con el Espíritu Santo que ya nos embarga, con Cristo que es el Camino y nos espera en el Corazón. Siempre siendo ofrenda para el sacri-ficio (hacer sagrado, a algo).

Para que la Naturaleza obre en nosotros, para que Dios obre en nosotros, se requiere de nuestra entera libertad y de nuestro entero querer, disponibilidad, de ser como niños, de no tener nada como sabido, de ir conociéndonos, de dejarse querer e inspirar,...

Cuando estemos en un tramo oscuro, en un periodo de prueba, es el momento de volver a encender el fuego en el rescoldo: nuestra correspondencia al Amor, clamar al Espíritu, amar el Camino, de pedir luz,... Todo es avance. Las pruebas afianzan y son avance.
 

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