a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 29 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 54

La contemplación hace que una persona se vuelva sabia y atractiva, tanto de cuerpo como de alma.


Todos los que se comprometen con la tarea de la contemplación descubren que ésta tiene efectos beneficiosos tanto para el cuerpo como para el alma, ya que los convierte en más atractivos a los ojos de quienes los observan. Tanto es así que incluso el hombre más feo del mundo convertido en contemplativo descubre de repente –otra vez por medio de la gracia– que es otro distinto. Todas las buenas personas con las que se encuentra se sienten contentas y satisfechas con su amistad, espiritualmente renovadas y auxiliadas por la proximidad de Dios gracias a su compañía.

Por tanto, procura conseguir este don mediante la gracia, pues todo el que lo posea de verdad será capaz de dominar tanto sus pasiones como a sí mismo en virtud de este hecho. Cuando lo necesite, le proporcionará discernimiento para comprender el carácter y las necesidades de la gente. Le dará la habilidad de sentirse como si fuera un familiar con cualquier persona que hable, pecador común y corriente o no, sin por ello pecar él, para asombro del espectador, y tendrá efectos magnéticos en los demás,atrayéndolos por la gracia a la misma tarea espiritual que practica.

Su rostro y palabras estarán llenas de una ferviente y fructífera sabiduría espiritual, segura y libre de falsedad, alejada del afectado fingimiento propio de los hipócritas, pues son ellos quienes concentran todas sus energías en aprender a hablar de manera farragosa y evitar así ponerse en ridículo para lo cual utilizan humildes lamentos y continuas muestras de devoción. Están más ansiosos por parecer santos a los ojos de los hombres que a los de Dios y los ángeles. ¿Por qué les preocupa y agravia mucho más un ritual poco ortodoxo o una palabra levemente inoportuna o indecorosa que mil pensamientos vanos u otros tantos impulsos pecaminosos y nauseabundos que acumulan en el interior de manera deliberada? Se abandonan con temeridad a tales impulsos ante los ojos de Dios, los santos y los ángeles del cielo.¡Oh, Dios mío, cuando por fuera hay tanto lamento humilde, mucha debe ser la soberbia que hay por dentro! Estoy dispuesto a admitir que resulta apropiado y decoroso expresar la humildad del corazón por parte de quienes son en verdad humildes tanto de palabra como de obra. Sin embargo, no puedo admitir que la humildad deba expresarse con voz temblorosa o aguda, contraria a la inclinación natural de quien habla, ya que el honesto habla con sinceridad. La voz es tan profunda como el espíritu. Si un hombre tiene de natural una voz clara y potente habla con un tono patético y chillón –suponiendo, claro está, que no esté enfermo o hablando con Dios o su confesor–, estaremos ante una muestra evidente de hipocresía, tanto si se trata de un joven como de un anciano.

¿Qué más puedo decir sobre estos perniciosos errores? Entre el secreto orgullo que se oculta en lo más profundo de sus corazones y las humildes palabras que salen de sus labio, creo de verdad que sus lastimosas almas se sumirán muy pronto en el dolor, a menos que tengan la gracia de abandonar el fingido gimoteo.

La nube del no saber │ cap. 53

Varias consecuencias desafortunadas en que caen los falsos contemplativos.

Los gestos y palabras que provoca esta contemplación deforme o cualquier otra similar en quienes se descarrían son realmente asombrosos, mucho más que los gestos y palabras de los auténticos discípulos de Dios, ya que estos últimos tienen siempre el más correcto de los comportamientos, ya sea físico o espiritual. Sin embargo, ¡no ocurre así con los primeros! Quien se tome la molestia de observarlos mientras están sentados en una ocasión semejante, podrá ver que, en el caso de estar con los ojos abiertos, tienen la mirada extraviada como si estuvieran locos y se ríen por lo bajo como si vieran al demonio. (¡Desconfía, pues el maligno no anda muy lejos!) Algunos entornan los ojos como si fueran estúpidas ovejas que han recibido un golpe en la cabeza y pronto van a morir. Otros dejan que sus cabezas cuelguen de lado, como si tuvieran un gusano en la oreja. Hay quienes, cuando tienen que hablar, lo hacen con voz chillona como si carecieran de espíritu, característica propia de los hipócritas; y otros que lloran y gimotean porque tienen en semejante ocasión una necesidad ansiosa de decir lo que piensan. Los herejes son parecidos, y también todas las personas cuya mente imaginativa y presuntuosa los hace persistir en el error.

Si un hombre alcanzara a ver todo lo que hacen, lo que vería sería que se comportan con gran agitación y ningún decoro. Aun así, son lo bastante astutos como para mostrarse comedidos ante los demás. Sin embargo, sospecho que si pudiera vérseles en su casa, allí dejarían de ocultarlo. Y sospecho también que si alguien les llevara la contraria en sus opiniones, muy pronto, en algún momento u otro, los veríamos explotar en un arrebato de furia... ¡Y todavía siguen creyendo que todo lo hacen por amor a Dios y en defensa de la verdad! A menos que Dios realice un milagro de misericordia para que se detengan, estoy convencido de que seguirán "amando a Dios" de esta manera durante tanto tiempo que terminarán en manos del demonio, locos de atar. No digo que el demonio tenga un sirviente tan perfecto como para que sea engañado y corrompido por los delirios que aquí describo, aunque es posible que más de uno se corrompa con ellos. Lo que digo es que, por más que el demonio no se apodere por completo en la tierra de un hereje o un hipócrita, es responsable de algunas de las cosas que he mencionado o mencionaré si Dios me lo permite.

Hay algunas personas tan propensas a adquirir estas costumbres en su porte que, cuando escuchan alguna cosa, ladean la cabeza de manera estrafalaria y alzan el mentón. Boquiabiertos, dan la impresión de que quieren escuchar por la boca y no por las orejas. Algunos, cuando hablan, subrayan sus palabras señalando con los dedos, bien hacia los de la otra mano, bien hacia su pecho, bien hacia a la persona a la que hablan. Otros no pueden permanecer sentados, de pie o acostados sin mover los pies o agitar con nerviosismo las manos. Algunos hablan haciendo grandes ademanes con los brazos, como si nadaran en el mar. Otros sueltan constantemente risitas o ríen a cada palabra que dicen, como si fueran mujeres de vida disoluta o vulgares bufones que no saben cómo comportarse. Es mucho mejor expresarse con modestia y comportarse con sobriedad, serenidad y felicidad genuina.

No digo que todas estas gesticulaciones impropias sean grandes pecados en sí mismas, ni tampoco que quienes las efectúan sean grandes pecadores, pero sí que tales aspavientos, cuando predominan de tal manera que ya no puede prescindirse de ellos, se convierten en claro signo de orgullo, conocimiento distorsionado, exhibicionismo desordenado y curiosidad pecaminosa. Y, sobre todo, revela un corazón inestable, una mente intranquila e incapaz para llevar a cabo lo que este libro insta a hacer. Ésta es la única razón que me ha llevado a mostrar aquí los errores que he descrito, de manera que el contemplativo pueda comprobar cuáles son sus progresos.

martes, 4 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 52

Cómo algunos jóvenes discípulos presuntuosos interpretan mal la palabra "dentro" y los errores que resultan de ello.

La locura de la que hablo se produce así: leen o escuchan a alguien decir que deben detener la actividad "exterior" con el trabajo de sus mentes y luego trabajar dentro de sí. Y, dado que desconocen lo que significa la palabra "dentro", lo hacen de manera incorrecta, ya que vuelven la mente física hacia el interior del cuerpo, lo que es antinatural, y se esfuerzan como si quisieran ver espiritualmente con sus ojos físicos, escuchar por dentro con sus orejas exteriores, oler, gustar y sentir por dentro, y así sucesivamente. De manera que distorsionan el orden natural y someten sus mentes a esfuerzos tan innecesarios por medio de un falso ingenio que al final sus cerebros se trastornan. Es entonces cuando el demonio puede engañarlos con luces y sonidos falsos, aromas deliciosos y sabores maravillosos, que se avivan y encienden en sus corazones, estómagos, espaldas, riñones o extremidades.

En medio de este ensueño se imaginan que están contemplando con placidez a su Dios, libres de vanos pensamientos. Y así se hallan en cierto sentido, pues se encuentran tan henchidos de falsedad que un poco más de vanidad no puede perturbarlos. ¿Por qué? Porque es el mismo demonio quien obra en ellos, del mismo modo que también los tentaría si fueran por el camino correcto. Como sabes muy bien, el demonio no avisa de sus propios designios. Por miedo a despertar las sospechas del contemplativo, no alejará a Dios por entero de sus pensamientos.

domingo, 2 de octubre de 2011

La nube del no saber │ cap. 51

Debemos ser muy cuidadosos para no entender literalmente lo que tiene un significado espiritual y, en particular, las palabras "dentro" y "arriba".

Por tanto, presta atención con humildad al movimiento invisible del amor que sale de tu corazón. No me refiero a tu corazón físico, claro está, sino al espiritual, esto es, la voluntad. Sé cuidadoso para no interpretarlo que tiene un sentido espiritual en un sentido material. El error fructifica en los caprichos terrenales y mundanos propios de las imaginaciones fantasiosas.

Puedes ver ejemplos de tales errores en cosas de las que te he hablado, como ocultar a Dios el deseo que sientes por Él. Por ejemplo, si te hubiera dicho al principio que le mostraras tu deseo, lo habrías entendido de manera mucho más literal que ahora, cuando te digo que lo ocultes, ya que en este momento eres plenamente consciente de que lo que se esconde de manera deliberada es algo que se guarda en lo más profundo del espíritu. Así que creo que es muy importante vigilar en extremo la manera de entender lo que se dice en un sentido espiritual, para que lo interpretes así y no en un sentido literal. Debe ponerse particular cuidado en dos palabras, "dentro" y "arriba". Tengo la impresión que la manera incorrecta de interpretarlas ha sido causa de buen número de errores y malentendidos entre quienes aspiran a convertirse en contemplativos. Sé algo de tales asuntos tanto por propia experiencia como por lo que me han contado, y es sobre estos errores sobre los que ahora me propongo hablar.

Los jóvenes discípulos de la escuela de Dios, recién convertidos, creen que pueden dedicarse a la contemplación –de la que han escuchado leer o hablar a alguien, o quizá sobre la que han leído ellos mismos– sólo por el corto tiempo que han empleado en plegarias y penitencias como resultado del consejo de su respectivo confesor. Cuando uno de tales discípulos oye hablar de la "contemplación" y, en particular, de aseveraciones tales como que "un hombre debe ascender por encima de sí mismo" o "concentrar sus fuerzas dentro de sí", las interpreta mal de inmediato debido a la ceguera espiritual y una concepción literal y distorsionada, y piensa que ha sido llamado a la tarea de la contemplación a través de la gracia sólo por haber encontrado en su interior un deseo innato hacia lo místico. Así pues, en el caso en que su director esté en desacuerdo en que deba iniciarse en dicha tarea, no tarda en encontrarle defectos. Creo que no es posible dar con nadie que piense como él y es probable que se lo diga a otros que son del mismo parecer. De manera que muy pronto, con el atrevimiento y presunción propias del intelecto obstinado, abandona la plegaria humilde y la penitencia, y emprende lo que cree que es la auténtica tarea espiritual para su alma; y una tarea semejante, en el caso de que llegue a emprenderla de verdad, no es material ni espiritual. En pocas palabras, es algo antinatural, cuyo principal agente es el demonio. Es el camino más rápido hacia la muerte, tanto física como espiritual, ya que no es sabiduría sino insensatez y conduce a los hombres a la locura. Aunque ellos no lo crean así, ya que lo que quieren con esta tarea es no pensar en nada salvo en Dios.