a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 30 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 49

La perfección es en esencia una cuestión de buena voluntad; en esta vida ningún consuelo es esencial.

Así pues, te pido que estés dispuesto a seguir con el mayor entusiasmo el humilde impulso del amor que sale de tu corazón; será tu guía en esta vida y te conducirá a la dicha celestial en la venidera. Es la esencia de toda vida buena y sin él no puede comenzarse ni terminarse ninguna buena obra. No es más que tu buena voluntad en armonía con Dios, y el placer y la alegría que tu voluntad siente ante todo lo que Él hace.

Una buena voluntad semejante es la sustancia de toda perfección. La dulzura y el consuelo, ya sean físicos o espirituales, son accidentes en comparación con la buena voluntad, por muy santos que sean; no son esenciales y dependen de ella. Los llamo "accidentes" porque pueden estar o no presentes en el alma sin que esta se resienta. Estoy pensando en esta vida, por supuesto, pues en el cielo estarán inseparablemente unidos a su sustancia, como lo estará el cuerpo con el que actúan con el alma. La buena voluntad espiritual es su sustancia en este mundo. Estoy convencido de que el hombre que posea una buena voluntad perfecta, tan perfecta como sea posible poseerla en esta vida, será muy feliz y dichoso si ésta es la voluntad de Dios, tanto si recibe consuelo y dulzura como si no.

viernes, 29 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 48

Dios es servido por el cuerpo y el alma, y recompensa a ambos; cómo distinguir el buen consuelo del malo.

No lo digo porque quiero que dejes de rezar en voz alta cuando tengas el impulso de hacerlo ni impedirte que te dirijas a Dios con alguna palabra apropiada y buena del lenguaje corriente, como "Buen Jesús", "Amado Jesús", "Dulce Jesús" y otras parecidas, en el momento que tu alma explote porque rebosa de emoción. ¡Dios no permita que me interpretes mal! No es eso lo que quiero decir. Dios prohibe separar lo que Él ha unido, el cuerpo y el espíritu. Quiere que se le sirva con el cuerpo y el alma, ambos a la vez, y quiere dar su recompensa celestial a ambos. Como anticipo de esta recompensa, Dios inflama a veces el cuerpo de su sirviente devoto con una dulzura y consuelo maravillosos, y no una o dos veces, sino tan a menudo y durante tanto tiempo como a Él le place. Esta dulzura y consuelo no llegan a nuestro cuerpo desde el exterior a través de las ventanas del intelecto, sino más bien desde el interior. Emana y surgen de la abundancia de alegría espiritual y la devoción auténtica del alma. Cuando se poseen, no deben resultar sospechosos; para no extenderme, te diré que creo que quien los disfruta nunca lo ve de este modo. Sin embargo, ¡desconfía de todos los demás consuelos, de la dulzura, la alegría y los sones que te lleguen de repente del exterior y cuyo origen desconozcas, porque pueden ser buenos o malos! Serán buenos si son obra de un ángel bueno, pero serán malos si son obra de un ángel malo. No serán malos si has desechado la indagación espiritual y los esfuerzos emocionales desordenados, ya sea de la manera que te he sugerido o de otras mejores si las conoces. ¿Por qué? Ciertamente, porque la causa de todo consuelo es el movimiento devoto del amor que sale de un espíritu puro. El consuelo está forjado en el alma por la misma mano de Dios Todopoderoso. Por tanto, siempre será independiente de la imaginación o de las equivocadas ideas que los hombres puedan adquirir en esta vida.

No tengo intención por el momento de hablarte de los demás consuelos, sones y dulces emociones, ni de cómo distinguir los buenos de los malos. No porque lo crea innecesario, sino porque lo encontrarás mil veces mejor expuesto por otros, mucho más que cualquier cosa que yo pueda decir o escribir. Podrás encontrar todo lo que te digo al respecto mejor tratado en otros lugares. Sin embargo, da igual, pues no flaquearé ni cesaré en el empeño de satisfacer tus anhelos y el deseo apremiante de tu espíritu, que antes demostraste que poseías por medio de tus palabras y ahora por medio de tus acciones.

Sólo hay una cosa que pueda decirte respecto a ellos: que nos llegan a través de las ventanas de nuestro intelecto y pueden ser buenos o malos. Ejercítate sin descanso en el ciego, devoto y anhelante fluir en el amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor será capaz de hablarte acerca de ellos. Y si la primera vez que te llegan te quedas perplejo del todo o en parte por falta de costumbre, al menos este fluir del amor habrá hecho una cosa por ti: habrá dado a tu corazón tal solidez que jamás volverá a concederles crédito a menos que te sientas del todo seguro al respecto, bien gracias a la extraordinaria aprobación interior que te preste el espíritu de Dios, bien gracias al consuelo externo que te preste algún prudente director espiritual.

jueves, 28 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 47

La pureza de espíritu; el contemplativo manifiesta a Dios su deseo de muy distinta manera a como lo manifiesta a los hombres.

No debe sorprenderte que te hable de manera pueril y necia, por así decirlo, sin sentido de la oportunidad. Lo hago por ciertas razones y porque creo que durante un tiempo me he sentido impulsado a sentir, pensar y hablar de esta manera con mis otros amigos especiales en Dios, tal como ahora hago contigo.

Una razón por la que te aconsejo que ocultes a Dios el deseo de tu corazón es la siguiente: creo que es la manera más clara de darle a conocer lo que pretendes, la más beneficiosa para ti y la que con más rapidez colmará tu deseo, más que cualquier otra clase de demostración.

A través de esta "demostración oculta", quiero alejarte asimismo de la violencia de las reacciones emocionales, llevarte hacia la pureza y profundidad de la experiencia espiritual y así ayudarte por fin a atar el nudo espiritual del amor ardiente entre tú y Dios, en identidad espiritual y voluntad armónica con Él.

Sabes muy bien que Dios es espíritu y todo el que quiera unirse con Él debe hacerlo con la verdad y profundidad del espíritu, alejándose de cualquier engaño corporal. Es cierto que Dios lo sabe todo y que ninguna cosa, física o espiritual, puede ocultarse a su conocimiento. Sin embargo, dado que es espíritu, el conocimiento que tiene de las cosas ocultas en las profundidades del espíritu del hombre es incluso más claro y obvio que el que tiene de las entremezcladas con el cuerpo, pues lo físico está más alejado de Dios que lo espiritual en razón de su propia naturaleza. Por este motivo, cabe concluir que estaremos más lejos de Dios si nuestro anhelo contiene todo el tiempo algún tipo de elemento natural -como es el caso cuando nos violentamos y forzamos tanto emocional como espiritualmente en un único y mismo momento-, mucho más de lo que lo estaríamos si contuviera mayor devoción, sobrio entusiasmo, pureza y profundidad espiritual.

Aquí puedes vislumbrar, aunque sólo sea en parte, la razón por la que te digo que disimules y ocultes a Dios el apremio de tu anhelo. No te digo que lo oculte sor completo, ya que recomendarte que hicieras algo imposible sería el consejo de un loco, sino que hagas todo lo que puedas por cubrirlo con un velo. ¿Por qué? Porque quiero que te sumerjas en lo más profundo de tu espíritu, lejos de ninguna adicción mental que lo haga menos espiritual y lo aleje todavía más de Dios. Y porque sé muy bien que, cuanto más espiritual se vuelva tu alma, menos emocionales serán tus deseos; más cerca estará el alma de Dios, más le placerá y más evidente será tu anhelo. No estoy diciendo que haya ocasiones en las que Dios vea con más claridad que otras, pues Dios es inmutable, sino que, dado que es espíritu, el alma se le asemeja más cuanto más pura es en espíritu.

Existe otra razón para decirte que disimules tu deseo todo lo posible. Tú, yo y todos los que son como nosotros tenemos tanta tendencia a concebir el sentido material lo que se nos dice en sentido espiritual que si por ventura te animara para que mostraras a Dios el apremio que hay en tu corazón, lo expresarías de manera física, a través del semblante, la voz, las palabras o algún tipo de acción instintiva del cuerpo, del modo como muestras a un amigo lo que hay en el interior de tu corazón; y, en tal caso, tu acción habría carecido de pureza espiritual, pues el camino para mostrar las cosas a los hombres no es el mismo que para mostrarlas a Dios.

miércoles, 27 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 46

Cómo evitar estos errores y trabajar con entusiasmo espiritual más que con vigor físico.

Así pues, sé cuidadoso, no te fatigues emocionalmente en exceso ni quieras ir más allá de tus fuerzas, por el amor de Dios. Trabaja con la alegría del entusiasmo más que con la fuerza física. Cuanto más entusiasta sea tu trabajo, más humilde y espiritual será; cuanto más tosco, más material y propio de un animal. Por tanto, ten cuidado. La bestia que se atreva a pisar la elevada montaña de la contemplación será ahuyentada a pedradas (cf. Hb 12:20; Ex 19:13). En nuestro caso, la bestia son tus emociones animales. Las piedras son duras y secas; cuando dan en el blanco, hieren. Sin duda, esta deformación es inseparable de una concepción materialista y física, y está yerma porque carece del rocío de la gracia. Daña gravemente al alma ignorante, que se pierde en fantasías inventadas y diabólicas. Así que guárdate de comportarte como un animal salvaje y aprende a amar a Dios con gozo sereno y entusiasta, con el cuerpo y el alma en paz. Recuerda lo que has aprendido y espera con humildad la voluntad de Nuestro Señor. No te abalances como un perro hambriento, por más hambre que sientas. Si me permites expresarlo con un ejemplo jocoso, te sugiero que hagas todo lo posible para cubrir con un velo tu enorme e ingobernable ansia espiritual; haz como si no quisieras que Él supiera la alegría que sientes al verlo, tenerlo y sentirlo.

Tal vez pienses que hablo por hablar, de manera pueril. Sin embargo, creo que quien posea la gracia para poner en práctica lo que digo disfrutará de la compañía de un hermoso juego espiritual, del mismo modo que en la tierra el padre juega con su hijo besándolo y abrazándolo.

martes, 26 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 45

Algunos errores que deben evitarse.

Una advertencia, sin embargo. Es posible que el discípulo joven se engañe a causa de su inexperiencia e inmadurez espiritual. A no ser que sea consciente de su situación, posea la gracia para abandonar lo que hace y se deje aconsejar con humildad, puede verse destruido físicamente y alimentar espiritualmente ideas fantásticas. Y ello por un comportamiento orgulloso, materialista y curioso en exceso.

Podría ser muy bien que se engañara de la manera que voy a describir. Un joven que se inicia en la escuela de la devoción, ya sea hombre o mujer, escucha un día que alguien habla acerca de esta aflicción y este deseo ardiente, de cómo un hombre eleva su corazón hacia Dios y anhela sentir constantemente su amor. De inmediato, su torpe mente no entiende estas palabras en el sentido espiritual buscado sino en un sentido físico y material, de manera que abusa de manera escandalosa de las emociones naturales de su corazón. Puesto que carece de la gracia y está lleno de orgullo y curiosidad, agota el sistema nervioso con esfuerzos ignorantes, propios de un animal, y luego cae con rapidez en una especie de sopor físico y espiritual. Esto provoca que se aparte de la vida interior y busque falsas y vanas comodidades físicas en el exterior, en apariencia para solazar el cuerpo y el alma. O, si no le sucede tal cosa, provoca que sienta una incandescencia antinatural dentro de sí a causa del abuso al que somete el cuerpo y la fingida espiritualidad -y la merece, a causa de la cerrilidad espiritual y la irritación física provocada por un pretendido trabajo espiritual que en realidad es físico-, o un fervor espurio engendrado por el maligno, su enemigo espiritual, a través de su orgullo, materialismo y escarceos espirituales.

Aun así, tal vez imagine que se trata del fuego del amor, encendido y avivado por la gracia y bondad del Espíritu Santo. Hay que reconocer que son muchos los males que brotan de esta falsedad; muchas las hipocresías, herejías y errores. En la escuela del diablo, la falsa sabiduría sigue en línea recta al conocimiento engañoso, al igual que el conocimiento verdadero sigue a la experiencia verdadera en la escuela de Dios. Por eso, créeme si te digo que el demonio tiene a sus contemplativos como Dios tiene a los suyos.

Este falso conocimiento y estas experiencias seductoras y engañosas tienen tantas variedades distintas y sorprendentes como estados y temperamentos permitan experimentarlos. También las tienen el conocimiento y la experiencia verdaderos de quienes se salvarán. Sin embargo, no quiero exponerte aquí más engaños espirituales que los que creo que pueden amenazarte en alguna ocasión si tienes la intención de convertirte en contemplativo, pues ¿en qué te ayudaría conocer cómo se descarrían algunos clérigos y laicos de condición diferente a la tuya? Sin duda, en nada. Por tanto, no te contaré más que las cosas que te sucederán si emprendes esta tarea, para que puedas estar en guardia si te asaltan por el camino.

lunes, 25 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 44

Sobre la parte del alma que destruye este conocimiento y conciencia de uno mismo.

Tal vez lo siguiente que me preguntes es cómo destruir esa conciencia desnuda de tu propia existencia. Piensas que, si dicha conciencia fuera aniquilada, todas las demás dificultades desaparecerían también, y tienes razón al pensarlo. En cualquier caso, mi respuesta es que es imposible destruir esta conciencia desnuda que tienes de ti mismo sin la gracia especial que Dios otorga libremente y la total y buena disposición para recibirla. Esta disposición no es otra cosa que una fuerte y profunda aflicción espiritual.

Sin embargo, es preciso que seas prudente al respecto: en este punto, debes tener cuidado y no imponer una tensión excesiva al cuerpo ni al alma. Es mejor que te sientes con tranquilidad y te quedes en silencio, como si durmieras, absorto y sumido en la aflicción. Ésta es la verdadera aflicción, la aflicción perfecta, y todo lo demás irá bien si puedes lograrla en este grado. Todo el mundo tiene algo de qué afligirse, pero mucho más quien conoce y siente su propia existencia. En comparación con esta aflicción, las demás no son más que una copia de la auténtica, pues quien experimenta la aflicción verdadera conoce y siente no sólo lo que esta aflicción es, sino lo que Él mismo es. Deja que quien nunca la haya sentido crea que se aflige, pues todavía no sabe qué es la aflicción perfecta. Cuando la sentimos, purifica el alma no sólo del pecado, sino también del sufrimiento que ésta merecía por su causa. Y hace que el alma esté preparada para recibir la dicha, tanta que le arrebata al hombre la conciencia de su propia existencia.

Cuando esta aflicción es genuina, está llena de santo anhelo, un anhelo sin el cual ningún hombre podría sobrellevarla o soportarla en este mundo. Si el alma no se fortaleciera gracias al buen empeño de este anhelo, no sería capaz de soportar el dolor que ocasiona la conciencia de la propia existencia. Tantas veces como un hombre pueda conocer la conciencia auténtica de Dios -tanto como sea posible conocerla en este mundo-, tantas veces sentirá luego que no puede -ya que descubrirá que su conciencia se sostiene con el conjunto inmundo, informe y nauseabundo de sí mismo que la llena y la deberá odiar, rechazar y expulsar si quiere convertirse en un discípulo perfecto de Dios, como Nuestro Señor enseñó en el Monte de Perfección-, y tantas veces que la aflicción lo hará casi enloquecer. Hasta el punto que se echará llorar y gemir, maldecirá, se acusará y se despreciará a sí mismo. En pocas palabras, pensará que la carga que soporta es tan pesada que dejará de preocuparse de lo que pueda sucederle mientras Dios sea complacido. Ahora bien, pese a esta carga, no querrá dejar de existir: lo contrario sería locura diabólica y desprecio por Dios. Aunque continúe anhelando liberarse de su conciencia, deseará mucho más seguir existiendo y dará gracias a Dios con sinceridad por tan preciado don.

Toda alma debe conocer y experimentar esta aflicción y este anhelo bajo una forma u otra, la que Dios se digne enseñar a sus discípulos espirituales en su buena voluntad. Antes de que puedan unirse a Él de manera perfecta en el perfecto amor -tanto como sea posible hacerlo en esta vida y sólo si Él lo permite-, debe darse la correspondiente preparación en el desarrollo y la buena disposición del cuerpo y del alma.

domingo, 24 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 43

Para convertirse en un perfecto contemplativo, el hombre debe abandonar todo conocimiento y conciencia de sí mismo.

Debes procurar que no obre nada en tu mente o voluntad que no sea Dios. Trata de suprimir el conocimiento y la experiencia de cualquier cosa que se encuentre por debajo de Dios, empujándolo hasta lo más profundo de la nube del olvido. En la tarea que te ocupa, debes comprender que tienes que olvidarte tanto de las demás criaturas -incluidas sus acciones ¡y también las tuyas!- como de ti mismo e incluso de las cosas que has hecho por amor a Dios. El camino del amante perfecto consiste no sólo en amar a lo que ama más que a sí mismo, sino también en odiarse a sí mismo por el bien de lo que ama.

Así es como debes actuar respecto a ti mismo. Debes detestar y aborrecer todo lo que permanezca en tu mente y voluntad a menos que sea Dios. De lo contrario, sea cual fuere este pensamiento, se hallará entre tú y Dios. Será frecuente que odies y detestes pensar en ti mismo, ya que siempre sentirás la masa repugnante y nauseabunda de tus pecados -no particularizarás- que se interpone entre tú y Dios, y que esta masa informe eres tú mismo. Tienes que pensar en el pecado como algo que se identifica contigo, inseparable de ti.

Por tanto, aplasta el conocimiento y la experiencia que tengas de las cosas creadas en todas sus formas y, por encima de todo, de ti mismo, pues del conocimiento y la experiencia de ti mismo depende el conocimiento y la experiencia de las demás cosas. En comparación con la experiencia de ti mismo, todo lo demás se olvida con facilidad. Si quieres tomar la molestia de comprobarlo, verás que, cuando hayas olvidado todas las demás cosas y actitudes -incluidas las tuyas-, la conciencia desnuda de tu propia existencia todavía permanecerá entre tú y Dios. Y dicha conciencia debe desaparecer a su vez antes de que experimentes la contemplación en su perfección.

viernes, 22 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 42

Solo de esta manera, y no otra, el hombre puede llegar a tener verdadera prudencia en todo.

Quizá te preguntas cómo vas a regular con el debido cuidado la comida, la bebida, el sueño, y así sucesivamente. Mi respuesta es breve: "¡Toma lo que venga!". Ocúpate de estas cosas sin interrupción día tras día, no les prestes atención y al final sabrás muy bien, con verdadero discernimiento, cuando empezar y detenerte en todo. No puedo creer que un alma que se dedique con completo abandono a esta tarea de manera permanente, día y noche, cometa errores en los asuntos mundanos. Si eso sucede, pertenecerá al tipo de almas que siempre se equivocan.

En consecuencia, si soy capaz de prestar una atención entusiasta y enérgica a la actividad espiritual del interior de mi alma, podré ver con relativa indiferencia la comida, la bebida, el sueño, la conversación y todo lo demás. Prefiero adquirir el discernimiento apropiado en estos asuntos a través de semejante indiferencia que estar obligado a prestarles una atención detallada, teniendo cada vez que sopesar con gran cuidado los pros y los contras. En realidad, nunca conseguiría adquirir el discernimiento apropiado por este camino, pese a todo lo que pudiera decir o hacer. La experiencia enseña, digan lo que quieran. Por tanto, eleva tu corazón con este ciego arrebato de amor y considera ora el "pecado", ora a "Dios". Dios, al que quieres tener; el pecado, del que quieres librarte. En el momento que lo sepas todo del pecado y Dios te falte, el buen Dios te ayudará, pues será en ese momento que tendrás necesidad de Él.

jueves, 21 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 41

El hombre debe buscar la prudencia en todo salvo en la contemplación.

Si me preguntas acerca de la prudencia con que debes hacer esta tarea, mi respuesta es esta: "¡Ninguna en absoluto!". Con todas las demás cosas, por ejemplo comer, beber y dormir, no pasar calor ni frío, o el tiempo que dedicas a rezar, leer y conversar con tus hermanos cristianos, haz lo que mejor te parezca. En todos estos casos debes emplear la prudencia para no excederte ni en mucho ni en poco. Sin embargo, en lo concerniente a la contemplación, ¡olvídate de la prudencia! Mientras vivas, no quiero que abandones en ningún momento esta tarea.

No digo que debas estar descansando siempre que la practiques, pues sé que es imposible. La enfermedad, cualquier otro transtorno corporal o anímico o alguna necesidad corporal pueden impedírtelo a menudo y supondrán en ocasiones un obstáculo insalvable. Sin embargo, debes dedicarte siempre a esta tarea, si no de hecho, en intención, tanto si estás "de guardia" como si no. Protégete de la enfermedad tanto como puedas, de manera que en la medida de lo posible no seas tú mismo la causa de la flaqueza. No te engaño cuanto te digo que esta tarea pide una gran serenidad y una armoniosa y clara disposición tanto del cuerpo como del alma.

Así que vigila el cuerpo y el alma con sumo cuidado y manténlos tan sanos como puedas, por el amor de Dios. Si caes enfermo pese a todo, ten paciencia y aguarda con humildad la misericordia divina. Es todo lo que se te pide, pues no te engaño si te digo que suele complacer más a Dios la paciencia que se muestra estando enfermo o sufriendo cualquier otra tribulación que la placentera devoción que se muestra estando sano.