a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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viernes, 29 de julio de 2011

La nube del no saber │ cap. 48

Dios es servido por el cuerpo y el alma, y recompensa a ambos; cómo distinguir el buen consuelo del malo.

No lo digo porque quiero que dejes de rezar en voz alta cuando tengas el impulso de hacerlo ni impedirte que te dirijas a Dios con alguna palabra apropiada y buena del lenguaje corriente, como "Buen Jesús", "Amado Jesús", "Dulce Jesús" y otras parecidas, en el momento que tu alma explote porque rebosa de emoción. ¡Dios no permita que me interpretes mal! No es eso lo que quiero decir. Dios prohibe separar lo que Él ha unido, el cuerpo y el espíritu. Quiere que se le sirva con el cuerpo y el alma, ambos a la vez, y quiere dar su recompensa celestial a ambos. Como anticipo de esta recompensa, Dios inflama a veces el cuerpo de su sirviente devoto con una dulzura y consuelo maravillosos, y no una o dos veces, sino tan a menudo y durante tanto tiempo como a Él le place. Esta dulzura y consuelo no llegan a nuestro cuerpo desde el exterior a través de las ventanas del intelecto, sino más bien desde el interior. Emana y surgen de la abundancia de alegría espiritual y la devoción auténtica del alma. Cuando se poseen, no deben resultar sospechosos; para no extenderme, te diré que creo que quien los disfruta nunca lo ve de este modo. Sin embargo, ¡desconfía de todos los demás consuelos, de la dulzura, la alegría y los sones que te lleguen de repente del exterior y cuyo origen desconozcas, porque pueden ser buenos o malos! Serán buenos si son obra de un ángel bueno, pero serán malos si son obra de un ángel malo. No serán malos si has desechado la indagación espiritual y los esfuerzos emocionales desordenados, ya sea de la manera que te he sugerido o de otras mejores si las conoces. ¿Por qué? Ciertamente, porque la causa de todo consuelo es el movimiento devoto del amor que sale de un espíritu puro. El consuelo está forjado en el alma por la misma mano de Dios Todopoderoso. Por tanto, siempre será independiente de la imaginación o de las equivocadas ideas que los hombres puedan adquirir en esta vida.

No tengo intención por el momento de hablarte de los demás consuelos, sones y dulces emociones, ni de cómo distinguir los buenos de los malos. No porque lo crea innecesario, sino porque lo encontrarás mil veces mejor expuesto por otros, mucho más que cualquier cosa que yo pueda decir o escribir. Podrás encontrar todo lo que te digo al respecto mejor tratado en otros lugares. Sin embargo, da igual, pues no flaquearé ni cesaré en el empeño de satisfacer tus anhelos y el deseo apremiante de tu espíritu, que antes demostraste que poseías por medio de tus palabras y ahora por medio de tus acciones.

Sólo hay una cosa que pueda decirte respecto a ellos: que nos llegan a través de las ventanas de nuestro intelecto y pueden ser buenos o malos. Ejercítate sin descanso en el ciego, devoto y anhelante fluir en el amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor del que te hablo, pues estoy seguro de que luego este amor será capaz de hablarte acerca de ellos. Y si la primera vez que te llegan te quedas perplejo del todo o en parte por falta de costumbre, al menos este fluir del amor habrá hecho una cosa por ti: habrá dado a tu corazón tal solidez que jamás volverá a concederles crédito a menos que te sientas del todo seguro al respecto, bien gracias a la extraordinaria aprobación interior que te preste el espíritu de Dios, bien gracias al consuelo externo que te preste algún prudente director espiritual.

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