a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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domingo, 10 de octubre de 2010

La nube del no saber │ cap. 40

En la contemplación, el alma no piensa ni en el vicio ni en la virtud.

Asímismo, debes llenar tu espíritu con el sentido último de la palabra "pecado", sin analizar de qué clase de pecado se trata, esto es, si es venial o mortal y si corresponde a la Soberbia, la Ira, la Envidia, la Avaricia, la Pereza, la Gula o la Lujuria. ¿Qué importancia tiene para los contemplativos la clase de pecado o cuán grande sea? Cuando se dedican a la contemplación, consideran que todos los pecados son grandes por igual en sí mismos, ya que el más pequeño los separa de Dios e impiden que alcancen la paz espiritual.

Siente el pecado como una masa informe, en su totalidad, sin espicificar parte alguna, y siente que esa masa informe eres tú mismo. Y entonces grita sin cesar en tu espíritu una sola cosa: "¡Pecado! ¡Pecado! ¡Pecado! ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!". Este grito espiritual se aprende mejor de Dios por medio de la experiencia que de cualquier hombre por medio de la palabra. Es mejor que el grito sea totalmente espiritual, espontáneo y silencioso, pero puede suceder de vez en cuando que el corazón se desborde y explote en palabras porque el cuerpo y el alma están llenos de tristeza a causa de la carga del pecado.

Así es como debes usar la palabra "Dios". Llena tu espíritu con su sentido último, sin considerar ninguna de sus obras en particular, sin preguntarte, por ejemplo, si se trata de una buena obra, otra mejor o la mejor de todas; si se trata de una obra física o espiritual; si es una virtud forjada en el alma de un hombre por medio de la gracia y, en este último caso, si debes clasificarla en términos de Humildad, Caridad, Paciencia, Abstinencia, Esperanza, Fe, Templanza, Castidad o Pobreza.

Si los contemplativos encuentran y sienten todas las virtudes en Dios, ¿qué importa eso? En Él están todas las cosas: Él las creó y hace que perduren. Los contemplativos saben que tienen todas las cosas buenas si tienen a Dios y, en consecuencia, no codician ningún bien en particular, sino sólo al buen Dios. Haz lo mismo por tu parte en la medida que la gracia te lo permita y considera a Dios de todo corazón y en su totalidad, de manera que nada obre en tu mente o voluntad salvo Dios.

Y dado que siempre sentirás de alguna manera la masa inmunda y nauseabunda de tus pecados, parte y parcela de tu ser mientras se prolongue esta vida miserable, debes volver alternativamente a estas dos palabras, "pecado" y "Dios". Vuelve a ellas sabiendo que, si tuvieras a Dios, estarías libre de pecado, y que, si estuvieras libre de pecado, tendrías a Dios.