a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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viernes, 22 de agosto de 2014

Fe, Esperanza y Caridad

 

Hablar de virtudes es como hablar de los buenos aromas que emanan del ser por estar siendo y por su obrar, efluvios admirables al contemplar por amor a una persona. Si el ser deja de obrar, desaparecen las virtudes.

Las virtudes requieren de una visión más espiritual: sobrepasan la apariencia. Es un conocimiento natural del amor que el método científico no es capaz de alcanzar.

Las virtudes se ven desde fuera, las ven otros. Cada cual actúa por amor, en caso del verdadero yo, o por intereses más o menos mezquinos, en caso del falso yo. Pero no se actúa para alcanzar una virtud.

Los concertistas son virtuosos de un instrumento musical. Para ello se han ejercitado miles de horas y dedicado su vida entera a ello. Sí, pero no se han entregado por perseguir la virtuosidad, no han ejercitado la virtuosidad en sí: han actuado por amor a una vocación, a una llamada. Y nosotros los llamamos virtuosos.

El contemplativo no habla de virtudes, pues su conocimiento y comprensión de la Realidad es mayor. No actúa para la platea y el aplauso, como tampoco adulará ni juzgará a nadie: el hablar de virtudes es enjuiciar.

La Fe, la Esperanza y la Caridad, en mayúscula, se las llaman virtudes teologales pues es Dios quien las concede; no se alcanzan por méritos propios. Luego, no hay que ejercitarlas sino hay que pedirlas y recibirlas.

Decir esto es caer en el error que se señalaba antes, puesto que no se actúa por la motivación de la virtud, ni expresamente por cultivarlas por muy buena que sea la intención. Esa concepción la heredamos quizás de la Grecia Clásica y todavía se trasmite en la formación cristiana.

Ningún contemplativo hablará de virtudes ni de méritos propios: no se hacen méritos para nada. Eso es un lenguaje más al nivel de las vanidades humanas (el falso yo), como para hacer carrera militar o eclesiástica, ascensos en una estructura,... Los contemplativos son anárquicos; las estructuras son un artificio, no se deben a ella. En caso contrario, elevaríamos las estructuras a rango de ídolo.

La Fe, la Esperanza y la Caridad son tres virtudes íntimamente relacionadas, tanto si se expresan en minúscula como en mayúscula.

El amor da conocimiento, por ejemplo, de que la Naturaleza es autoregenerativa. Al ser un conocimiento del amor, tenemos a la Naturaleza por amorosa: nos ama y que le correspondemos.

Bien, pues tenemos fe en que la Naturaleza es autoregenerativa. Esa fe nos hace ponernos en manos de Ella con la esperanza de que nos regenere. Esa fe nos hace amarla y esa esperanza nos hace perseverar en su amor. Y al a vez, por amor la conocemos y retroalienta la fe y con ella la esperanza. Ponemos a la fe en primer lugar, como podríamos poner a la caridad.

"Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1Co 13, 13). Después de la muerte solo permanece el Amor.

Para las realidades no-humanas en las cuales nos movemos, vivimos y existimos, como son Dios, Naturaleza, Vida,... realidades que se escapan al conocimiento fenoménológico (el alcanzado por el método científico), ese conocimiento que da el amor se refuerza, se hace más seguro, se afianza. Es la Fe teologal.

Por la Fe, estamos más seguros de que la Naturaleza es amorosa o que Dios nos ama a través de Ella que de la fórmula química del agua, H2O, o de que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Por la Fe, tenemos más seguridad en que nuestro Corazón será sanado cuando reunamos las condiciones y sea el momento, que de que el agua se solidificará cuando se descienda a temperaturas menores de 0°C según su concentración de sales.

Esperaremos sin sombra de dudas ni vacilaciones, hasta el infinito y más allá si hace falta. Amaremos sin fisuras, sin dejarnos en el falso yo algo con nostalgia, aunque nos parezca estar dando un paso hacia el abismo en ese momento, el abismo que media entre el falso yo y el verdadero.

Qué amaremos más, a nuestro yo interior o a una identidad cimentada sobre una falsa apreciación? Las máscaras y los mecanismos de defensa nos los hacemos para tener seguridad. Qué amaremos más, esa seguridad fatua o la seguridad y felicidad que da ser y sentirse amados?
 

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