a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _


lunes, 18 de agosto de 2014

La moral: preámbulo

 

Hasta el momento, en esta serie de artículos dedicados a la espiritualidad contemplativa, no ha entrado en juego el juicio moral. Y según el yo verdadero seguramente tampoco haga mucha falta. Como decía S. Agustín en una de sus frases célebres más acertadas (si la sacamos de contexto), "ama y haz lo que quieras". En esa máxima nada hay de juicio moral pero sí de moral. Veremos cómo es posible eso después del preámbulo.

Hubo grandes pensadores que vieron a Dios como un ser arbitrario presuponiéndole Libre: pudo Crear la Realidad que conocemos u otra de las demás infinitas realidades posibles. Es lo que se llama el relativismo. Les ocurre lo mismo en la moral y lo llamamos relativismo moral.

La Libertad de Dios no se entiende porque el yo falso sólo conoce la libertad de opción. El no-relativismo moral no se entiende porque se antepone la verdad al obrar.

¿Cómo un ser tan grande como un espacio cartesiano, cómo un ser sabelotodo y un manitas todoposible puede estar limitado a una Realidad y, dentro de ésta, a una sola moral? Los más creyentes, fideístas, que no tienen recursos y se encogen de hombros, recurren a una anécdota también de S. Agustín diciendo: Dios es infinito y nuestra cabeza es limitada; Dios no cabe en nuestra cabeza. Os imagináis un cabezón tan grande que ocupa todo el espacio cartesiano? U os imagináis una piedra tan grande que Dios no sea capaz de levantar? Son cosas del yo falso que en su deriva es ocurrente. Como ocurrencia es pensar que Dios, como es infinitamente libre, tiene infinitas opciones a elegir.

El yo falso desconoce y no comprende (y no tiene forma de llegar a conocer ni de comprender) cómo Dios antepone el Amor a la Verdad y cómo la Libertad fundamental es su infinita libertad (ambas verdades las vimos en el anterior post). Y a imagen de Él, debemos ser nosotros.


Para no dejarle opción al relativismo deberíamos adoptar otro modelo de Santísima Trinidad, como se hace en otro post de este blog: Santísima Trinidad y el símbolo en el simbologismo. Y de paso se soluciona la cuestión del Filoque. Dos pájaros de un tiro.

Al obrar no se lo justifica con la verdad (ni a priori ni menos a posteriori). Se Ama al Corazón, no a la Verdad. Lo común, que es lo contrario, es una "inversión de la realidad".

Sin embargo se dice que "para amar hay que conocer, que si no hay verdad, no hay amor".
Si alguien quiere ver la mentira más sibilina y más astuta del Padre de la mentira, con la que tantos goles nos ha metido y sigue metiéndonoslos, hela aquí.
Se conoce con el amor, con el corazón, no con el intelecto. Como conocieron nuestros primeros padres a los animales y a las aves para nombrarlos. Si con la mente o falso yo se pretende amar mejor, se mea fuera de tiesto.

- Es que la verdad informa al obrar como la forma a la materia.

Y dale. Que verdad y obrar no forman una dualidad de principios como lo son materia y forma. Del Amar sigue la Verdad, en orden al ser (y ésta no vuelve a alimentar a aquella puesto que de aquella viene). Aunque en realidad, la Verdad es el Amor (y no a la inversa).
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario