a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 16 de agosto de 2014

La culpa

 

Al actuar mal somos culpables en función de la gravedad de ese acto. Luego, según el grado de voluntariedad, consciencia y libertad, se reduce la culpa. De tal manera, si actuamos absolutamente sin libertad o sin consciencia y, por tanto, sin voluntad propia, entonces no se es culpable.

La pena es el padecer el daño infringido contra el propio Ser que perdura hasta la recuperación.

La pena y la culpa están relacionadas. Mayor pena indica mayor culpa, salvo reducciones. Puede darse el caso teórico de padecer una gran pena sin tener culpa, en orden a la ausencia de consciencia o libertad.

El daño directo de un mal acto puede recaer sobre otra persona o sobre un ser no personal (como los animales, el ecosistema,...). Así, la otra persona padece una pena sin tener culpa, sin haberla causado. Pero el ejercicio de ese acto malo también nos hace daño: somos más malos.
Si el daño directo de ese mal acto recae sobre nosotros mismos, padecemos entonces el daño sobre la Naturaleza y el daño moral.

Cómo se come todo esto?

El daño causado por el acto, daña más aún la Naturaleza, el Corazón, con lo que crece relativamente el falso yo. El daño moral del acto es un refuerzo al falso yo y somete más al Corazón.
Ambos daños/penas reduce nuestra capacidad de Amar y disminuye la calidad de nuestras relaciones, nos distancia de los demás y de la Realidad. Al reducir la calidad de nuestras relaciones también afectamos al prójimo y a la Creación entera.

El individualismo comete el error de no considerar las relaciones siguiéndose el desentendimiento de los demás y de lo demás, pensando así el falso yo.

Cómo saldamos todas esas deudas? Cómo reparamos todos esos daños?

Al reconocer la culpa se sigue el arrepen-timiento en caso de tenerla. Nos liberamos de la culpa realizando actos de Amor a Dios. Los nihilistas, al Tao, por ejemplo; o a la propiedad de la Naturaleza de poder restaurarnos.
Si rehusamos reconocerla o no nos arrepentimos, mal andamos. Un sincero y total arrepentimiento redundará en la grandeza del Amor profesado a Dios, en la grandeza de nuestro Corazón. Dios nos acoge como hijos pródigos y hay festejos en el Cielo.

Para reparar el Corazón (propio, ajeno) o al resto de la Realidad del daño padecido, primero hay que ser conscientes de todo el daño. Y segundo, realizar actos de Amor a uno mismo, es decir, al propio Corazón si es el que tenemos que reparar; actos de Amor a los demás, si tenemos que colaborar a reparar daños de los demás Corazones; o actos de amor a otros seres, como animales, el ecosistema, la sociedad,...

Obras son amores y no buenas razones o sentimientos tristes de compasión o de autocompasión. Todo lo que no sean obras amando indica inmadurez e irresponsabilidad.

Madurez en la responsabilidad, hacerse responsables como personas maduras para obrar. Obrando y amando como niños: "si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt 18, 3). Sinceridad, nobleza, inocencia, gratuidad sin esperar nada, desinteresadamente, agilidad de reacción sin sentirse fracasado o incapaz,... son algunas características de ser espiritualmente infantes ante Dios, frente al Amar.
 

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