a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _


domingo, 17 de agosto de 2014

El discernimiento

 

Con el paso del tiempo, el contemplativo va ganando en sensibilidad interior, en la escucha del Corazón y en la fidelidad de nuestra respuesta; en sensibilidad corporal: cada vez el cuerpo se va expresando mejor y lo vamos comprendiendo mejor.

Al contemplar, tenemos recuerdos, imagina-ciones, estados anímicos y nuestro cuerpo. La esquematización de lo que se ha venido diciendo no sirve de nada. Ser racionalizador e intelectualoide sirve de poco. Hay que ser sencillos, no doctos.

Al contemplarnos sólo nos habla el dolor. Si la Naturaleza son las manos de Dios, el dolor es el lenguaje precursor de la Palabra (Amor) y el Obrar de Dios (Amor).

Al contemplar, tenemos que distanciarnos de los pensamientos, de los estados de ánimo, de los recuerdos, de la imaginación, del cuerpo,... y observarlo todo como si no fuéramos nosotros, sin clasificar las cosas entre buenas y malas (eso es cosa del yo falso). Tenemos que observarnos como quien observa y registra el tiempo atmosférico y el movimiento de los astros: cuando llueve, llueve; cuando hace viento, hace viento; cuando sale el sol, sale y cuando se pone, se pone; en verano calienta más en sol y en otoño se caen las hojas.

La humildad consiste en reconocer todo lo que ocurre por dentro, conocernos bien, aceptarlo todo, asumirlo para responsabilizarse y avanzar por el Camino de la sanación, por el Camino a Dios, por el Camino de nuestra vida y de nuestro mundo.

La humildad se da cuando el yo observante/consciente realiza bien su función sin confusiones ni enredos con el yo falso.

Por otro lado, como vimos en el tema de la culpa y la pena, sufrimos pena heredada, sufrimos pena infringida por nosotros mismos y sufrimos pena causada por los demás. También sufrimos pena causada por accidente o desastres que incluso la culpa es colectiva o no es posible determinar.

Con esto quiero decir que no podemos estar quebrándonos la cabeza por el reparto de las culpabilidades e insistir en señalar al culpable de las propias heridas y esperar que repare nuestro daño. Tampoco podemos estar con la conciencia dudosa, sin desembarazarse de los sentimientos de culpabilidad.

Se vio como nos liberamos de la culpa. Los católicos, si la materia de los actos es grave sin parvedad tenemos la obligación de recibir el perdón en la Confesión. Eso no resta que previamente ya hayamos sido perdonados: Dios no se ata las manos ni se limita con la celebración de los Sacramentos. De hecho también hay Comunión espiritual.

La conciencia moral debe estar clara. Para liberarnos de la culpa, podemos pedir perdón de la que recordamos, de la olvidada y de la que se nos oculta. Y adelante!

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24). Niegue al yo falso, sea responsable de su pena y recorra el Camino de la reparación, de la salvación, de la redención, de la sanación.
No podemos bajarnos de la Cruz. Nos salvamos muriendo en la Cruz: haciendo desaparecer al yo falso por la restauración de nuestro Corazón, del Amor. Esa es nuestra resurrección, volver a la Vida.

De las penas del prójimo también nos debemos responsabilizar (que no es culpabilizar). Amar al prójimo también es colaborar a curar sus heridas como el buen samaritano (Lc 10, 33-35) o llevar su Cruz un tramo como hizo el cirineo. No podemos suplir su responsabilidad, pero en el caso de quien se responsabilice de sus penas, sí debemos colaborar. Y más si hemos sido culpables en algo.

Dicen los neurólogos que para salvar un mal hay que hacer siete veces el bien. El Amor no tiene límites.

Para contemplar bien todo esto es imprescindible el discernimiento.

Discernir la procedencia de todas las "voces" que se alzan en nuestro interior. Durante todos estos posts sobre espiritualidad se dan pistas para discernir. Pero a la hora de la verdad, de poco sirve ir recordando teorías. Debemos discernir la voz del Pastor de las demás voces. La palabra que pronuncia Dios, nuestro Corazón, es Amar. Para oírla, las otras palabras se irán silenciando al discernirlas y descartarlas.

"Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen" (Jn 10, 27). Reconoceremos su Voz con el discernimiento e iremos por su Camino.

Estar en vela (Mt 24, 43) es la función del yo observante/consciente para discernir si quien llega es un ladrón.
Mantener las lámparas encendidas con reserva de aceite (Mt 25, 4) es la claridad del discernimiento para reconocer la voz del Esposo.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario