Cómo saber si los pensamientos son pecaminosos y, en caso de serlo, si el pecado es mortal o venial.
Ahora bien, no sucede lo mismo con todos y cada uno de los recuerdos que tenemos de una persona viva o cosa, pues no puede considerarse pecado un pensamiento espontáneo, que brota sin que lo esperemos ni advirtamos. Si quieres, puede calificarse de pecaminoso en el sentido de que es resultado del pecado original, que te ha privado del poder sobre la totalidad de tus pensamientos, por más que te purificaras de esta culpa cuando te bautizaron. Sin embargo, sólo se convertirá de verdad en pecado si no abandonas de inmediato el impulso repentino, ya que tu interés natural no tardará en sentirse atraído por él. Puede que se trate de algo que te plazca, agrade o agradara en el pasado; o puede que se trate de un reproche sobre algo que te apene o apenara en otro tiempo. Para los hombres o mujeres que aún viven en pecado mortal, este interés puede resultar mortalmente pecaminoso; no obstante, para ti y todos aquellos que se han retirado del mundo con devoción y viven con devoción bajo la obediencia de la Santa Iglesia -en la forma que sea, pública o privada-, intentando ser guiados no por la voluntad propia o los conocimientos que poseen sino por los de sus superiores, ya sean religiosos o seglares, para éstos, digo, ni dicha satisfacción natural ni dicha pena son otra cosa que pensamientos veniales. La razón por la que solo son veniales es que, cuando entraste bajo la guía y los conocimientos de algún discreto padre en el estado en el que ahora permaneces, tu intención se enraizaba y fundaba en Dios.
Aun así, si das cabida a lo que por naturaleza te complace o te apena y no haces el menor esfuerzo por reprimirlo, sucederá que se enraizará en lo más íntimo de tu ser, en tu voluntad, que al final consentirá. Entonces se convertirá en pecado mortal. Es lo que ocurre cuando tú o cualesquiera de los demás a quienes me he referido evocáis por propia voluntad el recuerdo de algo o alguien. Puede que sea algo que te apene o haya apenado, y entonces montarás en cólera y clamarás venganza: es la Ira. Puede que sea algo que desprecies y aborrezcas, y te inspire rencor e intransigencia: es la Envidia. O puede que las personas y las cosas buenas sólo te inspiren desidia y aburrimiento: es la Pereza.
Puede que se trate de algo placentero, ya sea actual o pasado, que te lleva a sentir un deleite pasajero cuando piensas en ello, sea lo que fuere. En consecuencia, fijarás allí tu morada, así como tu corazón y voluntad, y regresarás siempre allí en busca de alimento; entonces te parecerá que no hay nada mejor que vivir en paz y quietud con esa cosa placentera. En tal caso, puede que el pensamiento que evocas o abrigas de manera deliberada -y que has convertido en hogar feliz- se vincule con la sabiduría o las dotes naturales, con la posición o el encanto personal, con la belleza o sus adornos: es la Soberbia. Puede que se trate de algo relacionado con las cosas mundanas, la riqueza, las posesiones o los dominios: es la Avaricia. Quizás sea algún manjar o bebida, o cualquier otra cosa que deleite nuestro paladar: es la Gula. Y puede que sea el amor o los placeres, los devaneos amorosos, las adulaciones o las lisonjas, tanto si se refieren a ti como a algún otro: es la Lujuria.
a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone
La Misión BS, E. Morricone
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miércoles, 28 de enero de 2009
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