Puede aprenderse muy pronto, aunque no por medio del conocimiento o de la imaginación.
Así pues, para que no cometas errores ni te equivoques en esta tarea, Déjame decirte algo más al respecto, tal como lo pienso.
Llegar a culminarla no requiere mucho tiempo. De hecho, se trata de las más breve de las tareas que pueda imaginarse. No es más corta ni más extensa que un solo átomo. Como te dirían los auténticos sabios en física y astronomía, el átomo es la división más pequeña del tiempo. Es tan pequeña que no puede analizarse y casi se escapa de nuestra comprensión. A la vez, es tan larga como aquella porción del tiempo de la que se ha escrito: "Se te pedirán cuentas de cómo has gastado el tiempo que se te ha concedido". Es justo que debas dar cuenta de él, ya que no es más corto ni más largo que que un impulso singular de tu voluntad, la parte que rige tu alma.
Así es, pues tu voluntad puede tener tantos movimientos o deseos en una hora como átomos de tiempo contenga esa hora. Si la gracia hubiera restituido tu alma al estado en que se encontraba el alma de Adán antes de la Caída, te hallarías en disposición de dominar todos tus impulsos. Ninguno se desviaría, sino que todos se encaminarían hacia el soberano de todos los deseos, la cima más alta de cuanto puede desearse, Dios mismo.
Por eso Él desciende hasta nuestro nivel, adaptando su divinidad a nuestra capacidad de comprensión. Nuestra alma guarda cierta afinidad con Él, por supuesto, ya que fuimos creados a su imagen y semejanza. Solo Él es capaz de colmar por entero la voluntad y el deseo de nuestras almas. Ninguna otra cosas puede hacerlo. Cuando el alma es restituida por la gracia, deviene capaz de aprehender a Dios plenamente por medio del amor. Él no puede ser aprehendido por medio del intelecto ni por el de ningún hombre, ni siquiera por el de los ángeles, ya que tanto ellos como nosotros somos criaturas creadas. Mas sólo resulta incomprensible para nuestro intelecto, no para nuestro amor.
Todos los seres racionales, ya sean ángeles u hombres, poseen dos facultades: la facultad de conocer y la facultad de amar. Para la primera, el intelecto, Dios, que lo creó, será siempre incognoscible; pero para la segunda, el amor, Dios es totalmente cognoscible, incluso por cada individuo por separado, hasta el punto de que un alma llena de amor puede llegar a conocer por sí sola, en virtud de su amor, a Aquel que es incomparablemente más que suficiente para colmar todas las almas que existen. en eso consiste el milagro imperecedero del amor, pues Dios obra de esta forma y siémpre seguirá haciéndolo. Tenlo en cuenta si estás preparado para Él por la gracia. Llegar a comprenderlo por uno mismo conlleva una dicha infinita; lo contrario, un dolor infinito.
a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone
La Misión BS, E. Morricone
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lunes, 12 de enero de 2009
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