a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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lunes, 14 de diciembre de 2009

Criterios de moralidad

sinfonía del nuevo mundo
Empezando a conocer estos días de Giovanni Pico a colación de la bondad o maldad del sustrato animal del hombre, Carolina García publica una cita de Michel Foucault en un post que titula Espiral de preguntas.
Max Weber dejó planteada la pregunta: si uno quiere conducirse racionalmente y regular su acción de acuerdo con principios verdaderos ¿A qué parte de su yo debe uno renunciar?. ¿Cuál es el ascético precio de la razón? ¿A qué tipo de ascetismo debe uno someterse? Yo planteo la pregunta opuesta ¿de qué forma han requerido algunas prohibiciones el precio de cierto conocimiento de sí mismo? ¿Qué es lo que uno debe ser capaz de saber sobre sí para desear renunciar a algo?
De alguna manera, la postmodernidad es un intento de desembarazarse de los enredos mentales y liberarse de los callejones sin salida a los que lleva la racionalidad moderna. Una racionalidad que se intenta superar generalmente con la misma racionalidad.
A todos nos gustaría encontrar una panacea, una idea simple elucubrada por uno mismo a la cual asirnos aún cual clavo ardiendo. Y esto, sencillamente y a mi modo de ver, acaba siendo una enajenación. Aquí subyace una antropología nefasta: la naturaleza del hombre está corrompida y su salvación viene de fuera, de su racionalidad inmanente, llegando a la iluminación mediante la gnosis, mediante un proceso intelectual. Esperamos encontrar la piedra filosofal, la salida del laberinto y coger el hilo de Ariadna solo lleva a desnudarla. El laberinto respecto al hilo es infinito, es decir, mayor.

Nos puede parecer que la Carne, enemigo del alma junto con otros dos, puede ser el sustrato animal nuestro.
La Naturaleza no es algo malo o despreciable, sino expresión también de Dios. Esto que no es naturalismo, sino que destila de la teología más auténtica y genuina, a la luz de Pico (o de una mala interpretación de Pico, todavía no lo tango claro, pero que tampoco hace mucha falta) es cuanto menos una herejía inaguantable.
Tratar a nuestro sustrato animal de malo es generar un brecha interna en el hombre que a la vez impide la comprensión de Dios y, por tanto, la unión con Él (o viceversa).

Sin desarrollar debidamente esta rayada de bola (léase reflexión o consideración) alfonsoniana (prevenida en la cabecera de este blog: ver su Carta de presentación), lo que le falta a post que lo haga quien quiera. Igual es tarea imposible.

5 comentarios:

  1. Fonso, caro mio, pietà di me. Menudo ritmo de posteo. No quiero perderme nada, necesito tiempo para saborear tu pluma (o tu teclado). Lo haré. Disfruto con ello. Un forte abraccio

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  2. jajaja
    Cuando el tiempo es inclemente estoy más ocioso. :)

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  3. Por cierto, del mantecao que me he montado no le hagas mucho caso.
    Solo quería manifestar mi desacuerdo a la posible respuesta a la pregunta de Weber de que se debe renunciar a nuestra animalidad.
    Y ni hay una animalidad buena ni otra mala, como Teseo y el Minotauro. Hacemos como los taoístas con el yin y el yang.

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  4. Despues de la Creación, Dios ve que lo creado (la naturaleza, humanidad incluida) es buena.

    Luego Dios se hace humanidad, se en-carna.

    Y luego tenemos como se racionaliza esto a traves del neo-platonismo y el neo-aristotelismo ( Antioquia, Alejandría ). Con el consiguiente rechazo a la Carne y al Mundo.

    Hasta que punto estos desarrollos de la Iglasia primera, que tan larga huella han dejado, son accidentales.
    O necesarios en su momento.

    A mí siempre me ha parecido más sencillo lo del Tao. Igual porque no le he visto tantos arboles a su bosque.

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  5. Grande, eclesiastes.
    Estas últimas semanas estaba viendo como precisamente el racionalismo hunde sus raíces en Grecia y hasta el mismo modernismo en la racionalidad del medievo.

    El pensamiento clásico griego no lo hemos acabado de superar en aquellos aspectos a superar.

    El Tao, para quien no va con prevenciones, prejuicios ni con ánimo combatiente, es impresionante.
    Es impresionante ver como el pensamiento funciona igual en Oriente que en Occidente. Así como el sentido del humor.

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