a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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miércoles, 23 de septiembre de 2009

La nube del no saber │ cap. 17

El auténtico contemplativo no se preocupa de la vida activa, ni de lo que los demás dicen o hacen en relación con él, ni tampoco se defiende de sus detractores.


San Lucas nos cuenta que, estando Nuestro señor en casa de Marta, ésta se afanaba en prepararle la comida, mientras su hermana María permanecía sentada a los pies del Señor. Y que, mientras lo escuchaba, María no reparaba en absoluto en los menesteres de los que su hermana se ocupaba -y eran buenos y santos, ¿acaso no se trata de la primera parte de la vida activa?- ni en la sagrada ni inestimable perfección física de Cristo, ni tampoco en la belleza de su voz humana y sus palabras -y, anticipándome, te diré que tales cosas corresponde tanto a la segunda parte de la vida activa como a la primera parte de la contemplativa-. Lo que ella veía era la sabiduría suprema de la divinidad de Cristo, envuelta en el velo de sus palabras humanas.

Y se fijaba en Cristo con todo el amor de su corazón. Nada de lo que veía u oía podía hacerla desistir, sino que permanecía sentada allí, inmóvil, con un deleite profundo y un amor anhelante que la impulsaba a alcanzar la nube del no saber que se hallaba entre ella y Dios.

Quiero que me escuches: nadie en esta vida se encuentra desprovisto por completo de esta nube maravillosa, elevada y envolvente, no importa cuán puro sea y cuán embelesado esté contemplando y amando a Dios. Fue en esta misma nube donde María experimentó los múltiples movimientos secretos de su propio amor. ¿Por qué? Porque es el estado de contemplación más elevado y santo que podemos conocer en la tierra.

Nada terrenal podía alejarla de "esta parte". Y tanto era así que cuando su hermana Marta se quejó a Nuestro Señor y le pidió que ordenara a María que se levantara, la ayudara y no la dejara trabajar sola, María se sentó en completa inmovilidad y silencio, sin mostrar el menor indicio de enojo o queja que pudiera albergar contra su hermana. No es sorprendente: María tenía otra tarea que hacer, una que Marta no podía comprender, y no tenía tiempo que perder ni con ella ni para responder a sus reproches.

Amigo mío, todo lo que sucedió entre Nuestro Señor y estas dos hermanas, sus acciones, palabras y procederes, constituye un ejemplo para todos los activos y contemplativos que desde aquel entonces ha surgido en la Santa Iglesia, y así será hasta el día del Juicio. María representa el modelo de los contemplativos, que deben ajustar su vida con la de ella, del mismo modo que Marta representa el camino para los activos.

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