a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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martes, 22 de septiembre de 2009

Esta España nuestra



Hablar de Zapatero me resulta muy difícil. Me parece tan problemático como hablar de la homosexualidad.
Aquí en España al hablar de familia, aborto, crucifijos, educación,... se habla ya con un lenguaje activista cuya personalización del mal es la cabeza de José Luis Rodríguez.
Cuando ruede su cabeza, sin hacer nada más, la familia irá bien, los crucifijos estarán tranquilos, la educación se volverá a mangonear y el aborto seguirá igual.No hará falta nada más que una pequeña modificación educativa, si acaso, y todo volverá a la normalidad.

Cuando el activismo está en auge, es como si todo estuviera ya dicho sobre el tema. Ya se ha logrado un discurso lo suficientemente lógico, breve y categórico (en una palabra, simple), como para abanderar la causa.
Ahora, amplías un matiz, replanteas un aspecto, vuelves a formular unos nuevos modos de decir, defiendes la honestidad intelectual en la dialéctica política, y pasas a ser poco menos que proscrito: izquierdoso, zapateril o, cuando no, que se debilita la Fe.

Ayer destaqué en delicious.com un artículo de Alejandro Llano. Me llamó profundamente la atención estas palabras:
los tres elementos de la tecnoestructura —Estado, mercado y medios de comunicación— carecen de frescura de pensamiento y de capacidad de acción
Y pasa acto seguido a hablar de grupos de acción y pensamiento. Supongo que se referirá a grupos creadores de opinión.
Pero mi pregunta es si al pasar a la acción, no se anquilosa el pensamiento?
Dice también que hay un déficit de pensamiento social. Pero si por los medios de comunicación solo pululan eslóganes y titulares. Prácticamente lo que verdaderamente más comunica es la publicidad. Así que ya me dirás!

Dejando el artículo atrás, me acordaba de esas palabras de Juan Pablo II en las que venía a decir que el diálogo es un arte y debemos ser artistas del diálogo. Particularmente, prefiero el diálogo de tú a tú, el debate en el salón de casa, la conversación en la cena,... No creo mucho en un diálogo social o en una especie de hablar a las masas. Hasta ahora tampoco he creído en un discurso "agresivo" a la contra.
Máxime cuando el arte del diálogo pasa a ser una artimaña cuando las verdades no se viven, no se encarnan o cuando el motivo es más bien conseguir que las cosas se queden conforme estaban (una especie de conservadurismo).

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