a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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viernes, 12 de septiembre de 2014

Sta. María, los ángeles y los santos

 

Ya debemos comprender eso de que Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos (s. Agustín). Al abandonarse en sus manos haciéndonos ofrenda, al vivir esa Vida y al ir experimentando esa regeneración, contemplaremos esa verdad. Dios es nuestro centro interior. De ese centro brota la Gracia, el agua viva, el manantial que busca la cierva (Sal 42, 2). Dios mismo es Don para nosotros y quien nos da el Espíritu, la Vida y la Guía.

Todos los recursos que necesitemos, los tenemos dentro: ese es el Buen Pastor.
"Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.
Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros."
Dijo a sus discípulos: "Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis detrás". (Lc 17, 20-23)
Podemos estar en medio de una noche cerrada, sin dirección, perdidos, en una terrible tormenta,... y nuestro falso se erigirá como alguien resolutivo buscando una solución inmediata aquí y allá: un cambio de lugar como huida, un refugio en el placer (alcohol y drogas, fiesta y evasión, sexo, comida,...), ir compulsivamente de compras, etc. o estallar violentamente. Podemos buscar solución en la primera secta que se cruce con nosotros, hacernos seguidor de un líder o de alguien que se nos antoja modelo a imitar (aunque digan que ese modelo se llama Cristo). Seríamos ovejas sin pastor perdidas e indefensas: carne de cañón. Todo eso que propone el falso yo como solución rápida y eficaz son los ídolos y dioses muertos.

Sólo Dios basta (sta. Teresa de Jesús).

El post anterior terminó hablando de oración ya que Dios Padre (creador), Cristo (Modelo), el Espíritu (vivificador y defensor), la Vida, el Camino, la Naturaleza, el Corazón, todas esas realidades interiores se nos hacen Presencia y con cada una de ellas entablamos relación.

La Fe nos hace conocer que la Realidad es personal. Es decir, que detrás de las realidades más sensibles como son la Naturaleza, la Vida, el ecosistema, el planeta, el Cosmos, el Corazón,... hay personas, en este caso, divinas.

Junto con Dios, también nos acompañan otras personas. Ya no son íntimas y constitutivas de nuestro ser, aunque con ellas nos relacionemos desde nuestra intimidad.

Una persona muy especial es sta. María, Madre de Dios (para quien tenga la Fe de que Jesús es Dios y Hombre). Sta. María es la llena de Gracia (desde siempre lo fue) y se turbó al oír que se lo decían. Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo. Nadie mejor que ella. La llamamos bienaventurada todas las generaciones.

María nos enseña a ser hijos de Dios, a ser infantes y desnudos espiritualmente, nos enseña a ser hermanos de su Hijo y nos enseña a "desposarnos" con el Espíritu. María personifica el rostro femenino de Dios: Dios es Padre y Madre.

Nadie como sta. María para facilitarnos la Presencia de Dios, de Cristo, de la Vida,... En momentos de retroceso, de caída, de pérdida, de confusión, de tormenta, de cualquier dificultad interior, nadie como María nos acompaña con su cercana y dulce presencia para que volvamos a encontrar el Camino, con Espíritu y Vida.

La asistencia y el amor de nuestra Madre es cuasiesencial.

De los ángeles destacar los Arcángeles y los ángeles de la guarda. Junto con los demás, cada ángel tiene su virtud, su energía y su misión.

De los santos no voy a destacar ninguno, salvo a s. José. Hizo de padre del Mesías. Jesús era el hijo del carpintero.
Viniendo a su patria, les enseñaba en su sinagoga, de tal manera que decían maravillados: "¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?"
Y se escandalizaban a causa de él. Mas Jesús les dijo: "Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio."
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su falta de fe". (Mt 13, 54-58)
Jesús creció con total normalidad en su pueblo. José lo crió y educó como hombre de la época. Le enseñó una profesión. Cuando dudó, hizo votos de fidelidad. Cuando corría peligro su hijo, emigró con su familia a Egipto a empezar de cero. Y cuando se pudo, volvieron a Nazaret. Fue cabeza de familia y digno padre del mismísimo Ungido de Dios. Nadie como él y su esposa contemplarían y amarían a Jesús. Es un compañero y un ejemplo muy a tener en cuenta en el Camino. Es Patrono de la Iglesia y de cada familia.

Podrían destacarse también a los Apóstoles y a s. Pablo. Santos hay para (casi) todos los gustos. Como de los vivos y de los muertos, de todos podemos aprender. No son utopías ni ideales. Los santos son gente que han recorrido su Camino interior, según los designios inescrutables del Padre. No han sido idílicos en su niñez, ni en su madurez, ni en su muerte. Han ido siendo fieles al Amor, sin detenerse en su Camino sin término (qué son la caídas, los cansancios, las tribulaciones, las dudas, los abandonos,...!).

Santos pueden ser también antepasados y familiares difuntos queridos, de los que sentimos su presencia y sus buenos efectos. Quizás más cercanos, activos y eficientes que los más importantes de entre los canonizados por la Iglesia.

Eso sí, siempre sin perder nuestro centro, nuestra fuente de agua viva; sin perder las Presencias esenciales.


Terminado el post, añado unas palabras de s. Bernardo abad sobre sta. María que nos pueden ayudar e ilustrar. A María se la simboliza como estrella, bien del mar (la Polar), de la mañana o lucero del alba (planeta Venus) o estrella de oriente (cierta conjunción astral). Así como la aurora.
Tú, que piensas estar en el flujo de este mundo entre tormentas y tempestades en lugar de caminar sobre tierra firme, no apartes los ojos del brillo de esta estrella si no quieres naufragar en las tormentas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te precipitas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres zarandeado por las olas de la soberbia o de la ambición o del robo o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira o la avaricia o los halagos de la carne acuden a la navecilla de tu mente, mira a María. Si turbado por la enormidad de tus pecados, confundido por la suciedad de tu conciencia, aterrado por el horror del juicio, comienzas a ser tragado por el abismo de la tristeza, por el precipicio de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No la apartes de tu boca, no la apartes de tu corazón y, para conseguir la ayuda de su oración, no te separes del ejemplo de su vida. Si la sigues, no te extraviarás; si le suplicas, no te desesperarás; si piensas en ella, no te equivocarás; si te coges a ella, no te derrumbarás; si te protege, no tendrás miedo; si te guía, no te cansarás; si te es favorable, alcanzarás la meta, y así experimentarás que con razón se dijo: Y el nombre de la Virgen era María.
 

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