a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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viernes, 5 de junio de 2009

Fingir o imaginar



Sir James Mattew Barrie, afamado dramaturgo, hace una obra de teatro para que no se la tomen en serio. ¡Estupendo! Sólo a un genio se le puede ocurrir tal disparate. Además de ser capaz y poder permitirse ese lujo. Pero los críticos y el público no lo entienden. Resulta ser un aparente fracaso.

Resulta que Mr. Barrie no ha dejado de ser niño en su madurez. Y los que les pasa lo mismo valoran todas sus obras: sintonizan con ellas.

Pero claro, la pasta es la pasta y lo bueno del bueno del productor es que puede permitirse perder una fortuna en la puesta en escena.

¿Qué será de J. M. Barrie? ¿Cómo volverá a levantar el vuelo? Siendo que él no está abatido cual pájaro con el ala rota. Sencillamente, no está recibiendo elogios, teniéndole los demás por fracasado.

Pues… la misma vida le llevará a descubrir al mundo su país de fantasía, su mundo imaginario, su creación: Neverland, el país de Nunca Jamás; unos niños que vuelan a ese lugar mágico.

El lleno de la platea está asegurado, pero Mr. Barrie deberá romper el hielo, deberá cambiar la actitud de un público demasiado serio que va a ver el “teatro” de siempre, aunque sea un estreno.

Una vez más demostrará su genialidad. Veinticinco asientos esparcidos por todo el teatro reservados a los niños de un orfanato y para la familia Davis (esto no lo tendría que decir para quien no ha visto la película). Mentes que no esperan nada, solamente saben descubrir lo divertido, sólo saben disfrutar y reír y contagiarlo al resto de público. Son el catalizador para que los adultos descubran y entiendan la obra.

Pero James Barrie no sólo deberá enfrentarse con su público. Va a tener que lidiar con Mary Ansell Barrie, su esposa, con la madre de Sylvia y en menor grado con Sylvia, e incluso con la sociedad misma, de una manera tan suave que no se puede decir que sea ni un enfrentamiento ni una lidia.

Es todo tan espontáneo, sintonizan tan bien él y los niños que ni siquiera se puede decir que instrumentaliza tales relaciones para resurgir de esas cenizas que sólo están en la cabeza sus críticos.

Mary se llena de celos, Sylvia tiene que fingir naturalidad, la abuela es pragmática y coherente con el “qué dirán”, el hermano mayor se hará adulto y Peter recuperará su infancia.

¿Le falta salvar su matrimonio?

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