Ahora está de actualidad el debate social de la prostitución, provocado por la casi nula aplicación de un reglamento del Ayuntamiento de Barcelona para "regular" la actividad en las calles. Traigo un post que escribí en el estreno en las salas españolas de la película "Yo, puta", sin más.
El precio es dar parte de la vida que ya no se desearía, ni se querría, dar; no tener la libertad de cortar cuando se quiera cortar, cuando aparentemente nada le ata (que es lo jodido).
Y el oficio más antiguo es el de cazador, recolector, ganadero o agricultor, comerciante o “truequante”. Pero el de prostituta… en mi opinión, NO.
Otra cosa sería el adulterio, pero eso no es un oficio. Y habría que ver si se podría hablar propiamente de adulterio refiriéndose a los albores de los tiempos en que la racionalidad irrumpió en el Cosmos.
Quizás nuestra mirada occidental del s.XXI no nos permita hacernos cargo. Hay quien mira a las culturas “primitivas” de tribus perdidas en lo más recóndito de nuestro universo habitable y piensa que sería algo así.
Esta película, en tanto que película, es simpática. Los personajes son gente real de la calle y de sus casas. Éstos se escuchan y cambian alguna impresión estando a la vez cada uno en distintos espacios, en sus respectivos espacios. Las imágenes deformadas de lugares van adquiriendo su forma y así acabamos percibiendo su verdadera perspectiva. Un documento TV producido para la gran pantalla con un toque de historia personal, siendo el elemento presente y principal el libro en la que está basada y del que toma el título el film.
¿Me permiten un "juego perverso"?
Decir que los personajes, por lo general, están solos en sus espacios vitales, es decir, profesionales. Espero que en los vitales corrientes, en caso de que puedan tener vida propia, en caso de que esa vida laboral tan particular no influya en el transcurso normal de su vida personal, familiar y social, estén inmersos en una trama emocional pudiendo estar felices y satisfechos con ella.
Bueno, disculpen la "perversión".
Podemos hacer un recuentro de lo negativo, los inconvenientes, los trastornos de los agentes,... Y sin embargo, ¿qué tiene el sexo que todo lo justifica?
Y además, plantearnos estas y otras muchas cuestiones:
1. ¿La demanda en ese mercado justifica las vidas de los agentes económicos de la oferta? ¿Cuántas prostitutas están a gusto con su profesión al margen del grado de estigmatización social que sufran?
2. ¿Lo que necesitan los agentes demandantes es sexo? ¿Realmente es posible disociar satisfacción de placer con relación personal? Teóricamente, si. El asunto es si seguimos siendo íntegros cuando lo hacemos.
3. Aunque se legalizara y regulara el sector, ¿no seguiría habiendo mercado negro, fraude fiscal, trata de blancas, abuso de poder, redes mafiosas camufladas bajo el ropaje de holding empresarial, violación de la dignidad y de la libertad,...? ¿Las prostitutas no pueden acceder a una cobertura social y sanitaria como cualquier hijo de vecino?
4. ¿Qué es la sexualidad? Pienso que nadie tiene vocación de comerciar con su sexo.
Y es que el mensaje del sector, la idealización de la actividad nada tiene que ver con la realidad de las personas singulares y concretas.
a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone
La Misión BS, E. Morricone
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domingo, 13 de septiembre de 2009
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