a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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lunes, 19 de abril de 2010

La nube del no saber │ cap. 32

Dos estratagemas espirituales que pueden ayudar al principiante.


Sin embargo, puedo enseñarte algo acerca de las mismas o, al menos, así me lo parece. Pruébalo, y mira si puedes mejorarlo.

Haz todo lo que esté en tu mano para actuar como si ignoraras con cuánta fuerza tales pensamientos interfieren entre tú y Dios. Procura mirarlos por encima del hombro, por así decirlo, como si buscaras otra cosa, que será Dios, envuelto en la nube del no saber. Si actúas de este modo, creo que pronto descubrirás que tu ardua tarea se vuelve mucho más liviana. Creo que, en el caso de que apliques con corrección esta estratagema, descubrirás que no consiste en otra cosa que el deseo y ansia de Dios, de sentirlo y verlo tanto como sea posible en este mundo. Semejante deseo es la caridad, y siempre merece que se le allane el camino.

Hay otra estratagema espiritual que puedes probar si así lo deseas. Cuando te sientas del todo impotente para rechazarlos, doblégate ante ellos como un cautivo derrotado en la batalla y admite que es ridículo seguir luchando contra ellos. De este modo, te pones en manos de Dios mientras estás en poder de tus enemigos y sientes que has sido derrotado para siempre. Te ruego que prestes especial atención a esta sugerencia, ya que estoy casi convencido de que disolverá1 toda oposición si intentas ponerla en práctica. Asimismo, estoy casi convencido de que, si la aplicas con corrección, reconocerás que no es otra cosa que el verdadero conocimiento y experiencia de la persona que eres: un ser miserable, despreciable y mucho peor que nada en el mundo. Este conocimiento y experiencia es la humildad. Y la humildad provoca que el mismo Dios descienda con todo su poder y te vengue de tus enemigos, te levante y seque tus ojos espirituales con ternura, como lo haría un padre cuyo hijo hubiera estado a punto de morir entre las fauces de un jabalí o de ser devorado por osos furiosos.

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(1) En la versión al inglés moderno de Wolters, dissolve, y en la edición Hodgson, melt to water, traducción literal del latín liquescere, "volverse líquido", verbo utilizado por Ricardo de San Víctor, Bernardo de Claraval y otros para indicar el efecto del amor divino en el alma.

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