a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 6 de marzo de 2010

La nube del no saber │ cap. 20

La bondad de Dios todopoderoso, que habla en nombre de quienes no quieren dejar de amarlo.


Por tanto, creo que quienes se proponen convertirse en contemplativos no sólo deben perdonar a los activos cuando éstos se quejan, sino que deben estar tan ocupados espiritualmente como para no prestar atención alguna a lo que los hombres dicen o hacen respecto a ellos. María, que es nuestro ejemplo a seguir, obró así cuando su hermana Marta se quejó a Nuestro Señor y, si nosotros hacemos lo mismo, Nuestro Señor hará por nosotros lo que en su momento hizo por María.

¿Qué hizo? Lo siguiente: nuestro amado Señor Jesucristo, a quién ningún secreto puede ocultarse, respondió por María con suma delicadeza y corrección cuando Marta le pidió que actuara como juez y ordenara a María que se levantara y la ayudara a servirlo, ya que veía en el espíritu de María un amor ardiente a su divinidad y que ella no abandonaría su amor por Él para responder por sí misma. ¿Cómo lo hizo? Sin duda, no como el juez al que Marta apelaba, sino como un abogado que defiende con justicia a quien lo ama, y dijo: "¡Marta, Marta!". Repitió su nombre dos veces por su bien, pues quería que ella lo escuchara y atendiera sus palabras: "Tú te afanas y acongojas por muchas cosas", le dijo. (Los activos siempre se afanan y se preocupan por una gran variedad de cosas para satisfacer sus propias necesidades y realizar actos de misericordia hacia sus hermanos cristianos, tal como exige la caridad cristiana.) Nuestro Señor habló así a Marta porque quería que supiera que lo que hacía era bueno y útil para su salud espiritual. Sin embargo, para evitar que pensara que lo que hacía era lo mejor y más elevado que el hombre puede hacer, añadió: "Con una cosa sola basta".

¿Qué es esa sola cosa? A buen seguro, que Dios sea amado y alabado sólo por sí mismo, por encima de toda otra cosa que un hombre pueda hacer, ya sea material o espiritual. Y para impedir que Marta pensara que podía amar y alabar a Dios por encima de todas las cosas y seguir ocupándose a la vez de asuntos mundanos, fueran los que fueren, y zanjar así su pregunta sobre si podía servir a Dios por la vía material y espiritual al mismo tiempo -podía hacerlo de manera imperfecta, pero no perfecta-, añadió que María había elegido "la mejor parte, que nunca le será arrebatada". Pues esa inconmensurabilidad perfecta del amor que comienza aquí, en la tierra, es la misma inconmensurabilidad del amor que perdurará eternamente en la bienaventuranza celestial; ambas son una.

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