a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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martes, 3 de febrero de 2009

La nube del no saber │ cap. 13

La humildad perfecta y la imperfecta.


Para empezar, examinemos la humildad. Vemos que es "imperfecta" cuando nace de una mezcla de motivos, por más que Dios sea su razón principal; y que es "perfecta" cuando Dios es su única causa. Para comprenderla de manera apropiada, debemos saber primero en qué consiste; sólo después seremos capaces de comprender con profundidad cuál es su causa. La humildad en sí misma no es más que el conocimiento y la conciencia auténtica de nosotros mismos, de cómo somos en realidad, pues no hay duda que sólo será en verdad humilde quien vea y sienta cómo es en verdad él mismo. La humildad tiene dos causas. Una es el estado de degradación, miseria y debilidad en que el hombre ha caído por culpa del pecado: debe ser consciente de este estado y no olvidarlo nunca mientras viva, bajo ninguna circunstancia, no importa cuán santo pueda ser. La segunda es el amor y la bondad inconmensurables de Dios mismo: su visión hace que la naturaleza tiemble, los sabios enloquezcan, y los santos y los ángeles se vuelvan ciegos, tanto que si Dios no hubiera mensurado en su divina sabiduría la visión de sí mismo de acuerdo con los demás seres en la gracia, no habría palabras para describir lo que les sucedería.

Esta última causa es la "perfecta"; es eterna. La anterior es "imperfecta": no sólo temporal, sino que acontece a menudo que el alma que habita un cuerpo mortal se vuelve de pronto olvidadiza respecto a sí misma, despreocupándose de si es miserable o santa, debido a que la gracia sólo aviva su anhelo con la frecuencia y durante el tiempo que Dios quiere. Acontezca a menudo o rara vez en el alma preparada, el caso es que la visión de Dios nunca permanece más que un corto espacio de tiempo. Durante este tiempo, el alma es humilde de manera perfecta, pues no conoce ninguna otra causa más que la principal, que es Dios mismo. Sin embargo, cuando conoce y es impulsada por la causa imperfecta, incluso siendo Dios mismo el principal motivo, su humildad continúa siendo imperfecta. Bien es verdad que una humildad semejante es beneficiosa y es preciso sentirla, Dios no permita que me interpretes mal.

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