a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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domingo, 5 de octubre de 2014

La autocompasión y la compensación

 
 
Se desata una terrible tormenta, viento y mar enfurecen, cae un chaparrón tremendo, la barca es ingobernable, fuertemente zarandeada y cayendo sobre ella las grandes olas. La barca corre grave peligro de naufragar y todos temen seriamente por sus vidas. Todo queda fuera de control. Qué es el hombre sorprendido por catástrofes naturales? Una hoja de árbol caída a merced de una suerte en contra. Y en esos momentos, Jesús permanece durmiendo en proa como si estuviera balanceándose en una hamaca o mecido en una cuna.

Nos podemos enervar y sernos imposible el contemplar, no poder ser conscientes a distancia de nuestros yoes y de la realidad circundante, y, por tanto, ser incapaces de capear el temporal con templanza y señorío. Nos vemos en medio del fragor y el caos de un choque de egos, una batalla en la que todos pierden. Pegados al falso yo, tememos y nos volvemos iracundos o hacer gala de otros mecanismos de defensa.

Oración? Ir a proa, no perder el norte, allí está Jesús durmiendo. Sacudirlo para que despierte y decirle "que perecemos, Señor!".

Nos dirá hombres de poca Fe. Pues en esos momentos de ira divina no estamos viviendo la vida del espíritu, la Vida en el Espíritu, en su Espíritu. Viviendo la Vida nueva, de la que ya tantas veces hemos hablado, no hay temor, no es necesaria la ira (como pasión vital), puesto que es la vida verdadera y no se teme por la muerte. El falso yo sí que es todo temor puesto que es totalmente inconsistente, sin entidad real: necesita recurrir a sus mecanismos de conservación. Mientras no tengamos la suficiente Fe, esa fortaleza en la unión con el Espíritu y mantener nuestra capacidad contemplativa para gestionar la situación, forzamos a Cristo a cesar el temporal y a calmar las aguas: lo provocamos, lo ponemos a prueba, como una especie de tentación de las que tuvo en el desierto.

Estas cosas pasan cuando luchamos contra el mal. Este es otro aspecto de nuestra falta de Fe y de Esperanza. Lo que conlleva necesaria e indefectiblemente a una falta de Caridad: con la ira pretenderemos estar dominando y, si es posible, machacar al mal sin distinguirlo de la persona que "lo lleve", sea uno mismo o un prójimo. El mal alimenta su fuerza con nuestra fuerza en batallarle: lo que se llama "escalada de violencia". En realidad, nuestra fuerza contra el mal es una fuerza del mal. El mal siempre vencerá, sea el contrario o el de uno mismo. En ambos casos, sin distinguir uno de otro, siempre nos sentiremos derrotados a poco que nos quede un resquicio de consciencia (siempre queda algo).


Qué ocurre en el falso yo cuando la ira no se despierta? Necesita otro mecanismo de defensa; no puede permanecer indiferente. En esa situación, el falso yo recurre a autocompadecerse: entra en el estado permanente de queja. El falso yo no está conforme con nada, no termina de aceptar nada, le resulta todo incómodo y molesto, se ve desubicado,... y todo son excusas y sinrazones. En el fondo, aunque tenga la razón (al menos en el análisis crítico), y como ya sabemos, el falso yo quiere soluciones inmediatas: ira o queja.

Ambas son muestras de inmadurez, ambas son reacciones infantiles. Dado que los niños, aún en su verdadero yo, por edad son incapaces o no saben, teniendo necesidad de sus padres, de su ayuda ejemplar. No olvidar que el verdadero yo también puede recurrir a la ira como nos ilustra Jesús con los mercaderes del Templo. Un niño derrotado y sin ayuda será una persona autocompasiva. Un niño acostumbrado a satisfacer sus caprichos con rabietas será iracundo. Un niño que consigue sus propósitos haciéndose el débil y dando lástima será una persona tóxica y manipuladora.

La autocompasión es un detenerse. Las cosas no pueden quedar para el falso yo en un sentirse derrotado, en un sentirse incapaz o superado por la situación. Necesita superar esa frustración, como volviéndose a sentir vivo, dejar esa soledad deprimente (si no llegan las depresiones). Lo inmediato es compensar de algún modo ese dolor de dos formas: buscar en otros el afecto, la aprobación tergiversando la verdad y mintiendo, mostrando su buenismo, su pretendida cara tierna, su "alegría" como si fuera poseedor de la verdad; o crear y satisfacer otras necesidades como comer, beber, jugar, eludir responsabilidades, evadirse, placer sexual, dominación de otro más débil,...

Y aún queda un recurso antes de deprimirse si nada de esto puede funcionar: la de unirse al enemigo, como dice el refrán. Pero el enemigo suele ser tan incoherente, egoísta e inmaduro...

Sólo con el despertar de la consciencia, la contemplación espiritual, la vida del Corazón, vivir en Camino hacia él, alcanzamos la madurez. Acometeremos entonces la verdadera solución o prevendremos el problema al ver más allá de nuestras narices y conoceremos verdaderamente la Realidad. Sólo así se vive la Fe, la Esperanza y el Amor.
 

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