a expolitoxicómanos convictos
La Misión BS, E. Morricone       
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sábado, 26 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 57

Cómo algunos jóvenes discípulos presuntuosos interpretan mal la palabra arriba y los errores que resultan de ello.

No diré más por el momento sobre estas cuestiones, ya que debo proseguir para que veas cómo los jóvenes discípulos presuntuosos interpretan de manera incorrecta la palabra "arriba". Cuando leen u oyen que alguien lee o habla sobre cosas tales como que los hombres deben elevar sus corazones hacia Dios, al instante se ponen a mirar las estrellas como si quisieran viajar más allá de la luna y escuchar a los ángeles cantando en el cielo. En sus fantasías mentales, atraviesan los planetas y agujerean el cielo, ¡para mirar a través del agujero! Confeccionan un Dios a su gusto, lo visten con ropajes magníficos y lo sientan en un trono. ¡El resultado es más extravagante que cualquier pintura! También confeccionan ángeles que tienen forma humana, los colocan alrededor de Dios y ponen distintos instrumentos musicales en sus manos, ¡todo mucho más extravagante de lo que jamás se haya visto u oído en la tierra!

El demonio engaña a algunos de ellos de manera casi asombrosa. Les envía una especie de rocío que ellos toman por alimento de los ángeles, un rocío que sale del aire, por así decirlo, y cae con dulzura y suavidad en sus bocas. En consecuencia, ¡adquieren la costumbre de sentarse boquiabiertos, como si cazaran moscas! En realidad, todo eso no es más que piedad fraudulenta, pues en tales momentos sus almas carecen de auténtica devoción. Lo que habita en sus corazones es la vanidad y el error, causados por sus descabelladas prácticas. Tanto es así que a menudo el demonio les engaña el oído con extraños sonidos, la vista con curiosas luces y destellos, y el olfato con maravillosos aromas, ¡y todo es falso!

Sin embargo, semejantes hombres no lo advierten. Se dedican a buscar ejemplos de la ocupación de mirar hacia lo alto, como san Martín, que vio por revelación a Dios vestido con una capa en medio de los ángeles1, o como san Esteban2, que vio a Nuestro Señor arriba en el cielo, y como otros muchos santos. Y buscan también ejemplos en el mismo Jesucristo, ya que sus discípulos lo vieron ascender con el cuerpo hacia el cielo. Sostienen, en consecuencia, que debemos mirar hacia arriba. Estoy dispuesto a conceder que, en lo concerniente a la observancia de prácticas corporales, debemos levantar los ojos y las manos en caso de que el espíritu nos mueva a hacerlo. Sin embargo, el trabajo de nuestro espíritu no va ni arriba ni abajo, ni adelante ni atrás, ni a un lado ni a otro, como un objeto físico, pues no es físico ni se alcanza de manera física, sino que es espiritual.

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1. Según la tradición, san Martín dio la mitad de su capa a un pobre que iba desnudo y Cristo se le apareció al día siguiente vestido con la capa.
2. Cf. Hch 7:55-56.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 56

La decepción que sufren quienes confían más en los propios recursos intelectuales y el conocimiento humano que en las enseñanzas de la Santa Iglesia.


Hay algunos hombres que, debido al orgullo, la ingenuidad natural de sus mentes o la erudición, si bien no caen en los errores que acabo de mencionar, abandonan la doctrina y el consejo comúnmente aceptados de la Santa Iglesia. Estos hombres y sus seguidores confían demasiado en lo que aprendieron por sí mismos y se merecen tener una falsa experiencia, elaborada y falsificada por su enemigo espiritual, dado que nunca fueron iniciados en la experiencia "ciega" y humilde de la contemplación ni tampoco en la vida virtuosa. Así pues, al final blasfeman contra los santos, los sacramentos, las leyes y los mandamientos de la Santa Iglesia. Estos hombres mundanos y mentirosos, que piensan que las leyes de la Santa Iglesia son demasiado duras como para que puedan ayudarles a enmendar sus vidas, se ponen con excesiva facilidad y prontitud de parte de los herejes, a quienes apoyan con ardor. Y todo porque creen que éstos les conducirán por un camino más cómodo que el trazado por la Santa Iglesia.

Ahora bien, creo firmemente que todos los que no sigan el camino difícil hacia el cielo irán por el fácil hacia el infierno, como algún día todos descubriremos por nosotros mismos. Creo que si nos fuera concedido el poder de contemplar la situación en la que se encontrarán tales herejes y sus seguidores el día del Juicio, los veríamos doblegados no sólo bajo el pesado fardo de su vergonzosa desfachatez al persistir en el error, sino también bajo el peso de los horribles pecados del mundo y la carne que practicaron en secreto, pues descubriremos que son obscenos y corruptos pese a su aparente virtud. Con razón se los llama discípulos del Anticristo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

La nube del no saber │ cap. 55

Errores de quienes reprueban el pecado con fervor y sin la debida prudencia.


El maligno engañará a varios hombres como sigue: encontrará la manera más sorprendente de hacerlos arder en deseos de defender la ley de Dios y destruir los pecados de los demás hombres; jamás los tentará con nada que sea abiertamente malvado. Los tornará semejantes a esos clérigos atareados que escudriñan en cada precepto de nuestra vida cristiana, igual que hace el abad con sus monjes ya que los hombres engañados no vacilan en reprendernos a todos por nuestras faltas, como si ellos estuvieran al cuidado de nuestras almas. En nombre de Dios, consideran que su deber no es otro que denunciar las faltas que ven. Dicen que se sienten movidos por la ferviente caridad y el amor de Dios que hay en sus corazones, pero mienten. Lo que nace de su imaginación y sus mentes es el fuego del infierno.

Que esto es cierto lo demuestra lo siguiente: el demonio es un espíritu y no posee más cuerpo que un ángel. Sin embargo, cuando el demonio o los ángeles, con el permiso de Dios, adoptan un cuerpo con el fin de hacer algo en relación con un ser humano, todavía conservan alguna cosa "reconocible" de su yo esencial. Las Escrituras nos proporcionan ejemplos al respecto. En el Antiguo y el Nuevo Testamento, cuando se envía un ángel con forma corpórea, se muestra siempre cuál es su verdadera naturaleza o misión, bien a través de su nombre, bien a través de algo que hace o lo pone de manifiesto. Lo mismo sucede con el maligno. Cuando se nos aparece con aspecto corpóreo, deja adivinar de alguna manera visible lo que sus siervos son en espíritu.

Déjame que ponga un solo ejemplo. Entiendo por seguidores del espiritismo, por nigromantes, a las personas que declaran conocer la manera de invocar a los espíritus maléficos y a quienes el maligno se ha aparecido en forma corpórea. Sea cual fuere la forma que el demonio adopte, siempre presenta un único orificio nasal, grande y ancho, que levanta con agrado para que los hombres puedan ver su cerebro a través de él. Y su cerebro no es más que el fuego del infierno, ya que no puede tener otro. Todo lo que quiere es conseguir que un hombre mire, ya que, al mirar ahí, ese hombre habrá enloquecido para siempre. Sin embargo, el practicante experimentado de las artes nigromantes sabe muy bien todo eso y puede disponer las cosas de manera que él no sufra ningún daño.

Así es, tal como lo cuento: siempre que el demonio adopta forma humana deja adivinar de manera visible lo que sus siervos son en espíritu. Al actuar así, el demonio inflama la imaginación de sus contemplativos con el fuego del infierno, tanto que éstos se lanzan de improviso a dar sus puntos de vista de la manera más indiscreta y se creen con derecho a condenar las faltas de los demás hombres sin esperar alguna, antes de esperar lo suficiente para hacerlo. La división propia de la nariz humana, el tabique que separa un orificio del otro, indica que el hombre debe poseer clarividencia espiritual y saber cómo distinguir lo peor de lo malo, lo malo de lo bueno y lo bueno de lo mejor antes de emitir un juicio sobre algo que haya visto u oído en su derredor. (El cerebro del hombre representa espiritualmente la imaginación, ya que por su naturaleza ésta mora y opera en la cabeza.)